- Garantizar el acceso a una vivienda forma parte del primero de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y de la Garantía Europea como medida para lograr una recuperación de la crisis equitativa
La posibilidad de un niño o niña de sufrir pobreza o exclusión va, a menudo, de la mano de factores externos, como la ciudad o el vecindario en el que vive. Pero el hogar también es un factor determinante. La falta de una vivienda accesible se ha convertido en uno de los principales problemas de las grandes ciudades que amenaza a los derechos de su infancia.
En Reino Unido, por ejemplo, casi dos millones de niños y niñas, uno de cada cinco, viven en hogares superpoblados, inaccesibles o inadecuados. Un informe de Human Rights Watch y Childhood Trust destaca que la infancia de Londres está creciendo en “alojamientos temporales inhabitables y deficientes” y que el gobierno está fallando a la hora de garantizar sus derechos al no proveerles de viviendas sociales.
En España el actual Gobierno acaba de anunciar un bono de ayudas al alquiler para jóvenes; sin embargo, el país continúa teniendo el parque de vivienda social más bajo de toda Europa, lo que dificulta el acceso a la población más vulnerable. Además, el precio de vivienda y alquiler están poco regulados, como dijo el Secretario de Estado Derechos Sociales, Nacho Álvarez Peralta, en un encuentro con consejos de participación infantil:
“Mientras que hemos asumido que algunos bienes y servicios son públicos y deben estar garantizados para todos, con la vivienda, sin embargo, en España no pasa eso: asumimos que cada cual se lo resuelva como pueda. Es un ámbito donde la regulación, el control público, son muy limitados”, explicó, en comparación con otras ciudades como Viena, donde el precio de alquiler social sí está regulado con buenos resultados.
Pobreza infantil y vivienda
Vivir en un entorno urbano tiene una doble cara: si bien las ciudades permiten a miles de niños y niñas tener acceso a servicios como educación o sanidad, también hacen a las familias enfrentar desafíos urbanos específicos, como un coste de vida más elevado o falta de vivienda asequible.
Esa dificultad es un elemento diferenciador entre el mundo rural y la ciudad. De los hogares que sufren sobrecoste de vivienda, casi dos de cada tres niños, niñas y adolescentes vive en entornos urbanos, y los hogares con menos renta de entornos urbanos dedican, de media, un 22% más de dinero a la vivienda que los hogares con los mismos recursos en entornos rurales.
Los casos más graves de desigualdad urbana los encontramos en los barrios en condiciones de infravivienda o suburbios, cuyo número de habitantes va en aumento: se estima que 1.000 millones de personas viven en asentamientos o barrios urbanos marginales y serán 3.000 para 2030. En el marco de su programa para los Asentamientos Humanos, Naciones Unidas recuerda que el derecho a contar con una casa adecuada es un pilar esencial: “Debemos proporcionar servicios básicos, seguridad de tenencia, protección social, compromiso político, empleo y vivienda digna para todos”, aseveran.
Además, vivir en casas no adecuadas puede afectar a la salud mental de la infancia y adolescencia, al igual que afectan el vecindario o la ciudad. Los niños y niñas que viven en este tipo de casas suelen estar más expuestos a la contaminación, las temperaturas extremas y los entornos que dificultan conciliar el sueño, aspectos que están relacionados con posibles problemas mentales.
El papel de la vivienda durante la pandemia
Pero si algo ha dejado claro la importancia de contar con una casa en condiciones ha sido la pandemia del COVID-19 y las cuarentenas. Por eso, entre las recomendaciones de UNICEF que dimos a los municipios para paliar la crisis mental de la infancia durante la pandemia estaba ofrecer viviendas o alternativas habitacionales dignas al tamaño y condiciones de las familias con espacios comunes para jugar, moverse y socializar. En muchos casos, aspectos como la densidad, las viviendas inadecuadas o los niveles de contaminación han potenciado el riesgo de contagio en las ciudades.
Pero la crisis sanitaria tiene otro efecto adverso: está haciendo que las cifras de pobreza infantil, que ya eran preocupantes antes, se disparen, y muchas familias se han visto con dificultades para afrontar los gastos de sus lugares de residencia. “El 90% de nuestros usuarios tienen problemas de vivienda, alquileres asequibles, impagos, desahucios… y es lo que más afecta a los niños”, contó María Nieves Sevilla Urbán, del Ayuntamiento de Getafe, sobre su experiencia en primera fila con familias vulnerables durante los primeros meses de crisis sanitaria. “Lo que está impactando más en los niños son las políticas de vivienda, falta de baja ocupación de sus padres y falta de una política de garantía de ingresos”, le dio la razón la Comisionada de Acción Social del Ayuntamiento de Barcelona. Desde el Centro de Servicios Sociales de Numancia (Barcelona) también contaban que desde el primer momento de la pandemia tuvieron muchas demandas de situaciones de necesidad básica, principalmente alimentarias, aunque también para pagar la vivienda.
Por todo ello, los gobiernos locales tomaron desde el primero momento de la crisis sanitaria numerosas medidas urgentes para paliar la pobreza infantil y proteger los derechos de la infancia. Entre ellas, asegurar la alimentación de los niños y niñas mediante becas de comedor, ayudas para las familias… y también garantizar el acceso a la vivienda mediante la prestación de asistencia financiera a las familias que no pueden pagar el alquiler o la hipoteca por haberse quedado en paro en la pandemia. El objetivo: tratar de paliar el riesgo de transmisión intergeneracional de la pobreza mediante políticas públicas, principalmente políticas educativas, de vivienda y de apoyo familiar.
Una vivienda accesible para una recuperación más justa
“En mi opinión, la falta de vivienda es uno de los problemas más explícitos de esta crisis”, declaró Maarten van Ooijen, presidente del Foro de Asuntos Sociales de Eurocities, durante un encuentro de la red europea. “Estamos ante una crisis sin precedentes que profundiza las desigualdades sociales. En ninguna parte esto es más visible que en nuestras ciudades, donde la falta de vivienda está aumentando, las tasas de desempleo se disparan y nuevos grupos de personas corren el riesgo de sufrir pobreza y exclusión social”, explican desde Eurocities.
La red europea propuso, como forma de lograr una recuperación justa, la necesidad de fortalecer la inversión social y la inversión en infraestructura social, incluida la vivienda social y asequible.
Garantizar el acceso a un hogar forma parte, además, del primero de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, destinado a erradicar la pobreza, y también de la Garantía Europea, la ambiciosa iniciativa europea que aspira a que los Estados miembro se comprometan a tomar medidas para luchar contra la pobreza y exclusión infantiles, y en la que se incluye que todos los niños y niñas puedan tener acceso a una vivienda digna.
Garantía Infantil Europea, nuestra oportunidad para combatir la pobreza infantil
Y desde las políticas locales también puede abordarse este importante reto. A nivel urbanístico y desde los municipios se pueden implementar muchas medidas para mitigar los efectos de la crisis sanitaria en la infancia: entre ellas, ofrecer viviendas dignas a las familias. Por ello, entre los principios de planificación urbana con enfoque de infancia que recogemos en nuestro manual está proporcionar casas asequibles y adecuadas, garantizando que los niños y niñas tengan espacios donde se sientan seguros.
“Sabemos que la mayor parte de las políticas urbanas que benefician a este colectivo de niños, niñas y adolescentes benefician a todos los ciudadanos y pobladores de entornos urbanos», señala Carmen Sánchez-Miranda, Jefa de oficina de ONU-Habitat en España. Entre esas políticas urbanas incluye la garantía de vivienda asequible.
Las ciudades han adoptado medidas orientadas a fomentar la vivienda asequible entre las acciones para avanzar hacia la recuperación de esta crisis. Un ejemplo es Utrech, donde en el contexto de la pandemia se ha puesto en marcha un aumento de inversiones en casas más asequibles, la creación de apartamentos del programa Housing First y proyectos de vivienda mixta. Pero aún queda mucho trabajo por hacer si queremos una recuperación justa para todos los niños y niñas, y eso incluye garantizar que todos tengan acceso a un hogar.