El vínculo entre pobreza y enfermedad mental es bidireccional

18/01/2021 | Covid-19, Informes, Pobreza, Previas

Salud mental

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  • Existe una relación causal bidireccional entre la pobreza y los problemas de salud mental, dos males que afectan a la infancia y que se han acentuado con la crisis sanitaria

 

La pobreza y la enfermedad mental, dos males que afectan con especial virulencia a los niños y niñas, van de la mano: es lo que demuestran recientes investigaciones. Un informe de la Fundación Pere Tarrés constata que la situación social, económica y el género de los niños y niñas determinan claramente su salud física y mental. Adicionalmente, el artículo de investigadores de la Universidad de Harvard y el MIT: Pobreza, depresión y ansiedad: evidencias causales y mecanismos, publicado en la revista Science en diciembre de 2020, destaca que las personas con ingresos más bajos suelen tener entre 1,5 y 3 veces más probabilidades que los ricos de sufrir depresión o ansiedad. Una mala situación económica en la niñez aumenta también la probabilidad de una mala nutrición y otros factores estresantes, lo que desemboca en un desarrollo cognitivo deficiente y enfermedades mentales en la época adulta.

Pero el fenómeno funciona igualmente en la dirección contrario: según el artículo en la revista Science, las enfermedades mentales empeoran a su vez la situación económica de las personas, reducen el empleo y, por tanto, los ingresos de las familias, además pueden dificultar la educación y la adquisición de habilidades entre los jóvenes y exacerbar las desigualdades de género debido a su prevalencia desproporcionada entre las mujeres. Además, cuando son sufridas por los padres, estas enfermedades pueden influir en el desarrollo cognitivo y los logros educativos de los niños y niñas, transmitiendo la enfermedad mental y la pobreza de generación en generación.

Por último, el artículo señala que la ciudad, el vecindario y el tipo de vivienda afectan a la salud mental de sus habitantes más de lo que creemos: al vivir en viviendas inadecuadas en barrios de bajos ingresos, los niños y niñas suelen estar más expuestos a la contaminación, las temperaturas extremas y los entornos difíciles para dormir, aspectos que están relacionados con posibles problemas mentales. Es por ello que a nivel urbanístico y desde los municipios se pueden implementar muchas medidas para mitigar estos efectos: entre ellas, ofrecer viviendas dignas a las familias, diseñar cuidades que fomenten el juego y el deporte, crear espacios protectores para la infancia y adolescencia, etc.

 

Panorama global y nacional antes y después de la pandemia

 

El informe Report Card-16. Mundos de influencia: ¿Cuáles son los determinantes del bienestar infantil en los países ricos? mostraba datos esperanzadores antes de la pandemia: en los países con economías desarrolladas, cuatro de cada cinco niños decían estar satisfechos con su vida, siendo los Países Bajos, Dinamarca y Noruega los tres países con mejor puntuación en cuando a bienestar de la infancia, y Turquía, Japón y Reino Unido, los países con la tasa más baja.

En cuanto a salud mental, España ocupa en este informe la tercera posición del ranking: el 81,7% de los adolescentes de 15 años se sienten muy satisfechos con sus vidas, y la tasa de suicidio en España entre adolescentes y jóvenes de entre 15 y 19 es de las más bajas de Europa.

Sin embargo, el estudio también clasifica a los países según sus políticas de apoyo al bienestar infantil incluyendo el contexto (economía, sociedad y medio ambiente) y las políticas (sociales, educativas y sanitarias) de infancia y familia, y ahí España no saca tan buena puntuación: se sitúa en el puesto 33 de 41 países. Entre los motivos están el alto porcentaje de pobreza infantil, que viene empeorando en los últimos años; la dificultad de las familias españolas para conciliar debido a las largas jornadas laborales o la falta de cobertura educativa para niños de entre cero y tres años.

La pandemia por el COVID-19 está teniendo un impacto muy negativo, tanto en pobreza infantil como en el empeoramiento de la salud mental de los niños y niñas. Los efectos de la pandemia de coronavirus están aun por verse en toda su magnitud pero es evidente que han comprometiendo los avances en muchos ámbitos del desarrollo, como la lucha contra la pobreza o la educación. Un ejemplo ha sido el cierre, en todo el mundo, de los centros escolares que suponen una comida al día para miles de niños y niñas vulnerables.

Al porcentaje de niños y niñas que estaba en riesgo de exclusión se le están sumando nuevos sectores sociales que están viéndose abocados a la precariedad y la exclusión fruto de la coyuntura provocada por la pandemia, por lo que estas tasas de pobreza podrían multiplicarse, según advierte el informe Salud mental e infancia en el escenario de la COVID, de UNICEF España.

Según este estudio, las interconexiones entre la salud mental y el resto de Objetivos de Desarrollo Sostenible es evidente: “La manera en que abordemos la mejora educativa, la reducción de desigualdades, la salida de la pobreza y el hambre, la universalización del trabajo decente, el combate a la violencia y la igualdad de género, tendrán un impacto muy relevante en la salud mental”, sostienen sus autores. “La Agenda2030 reconoce, además, la importancia de la salud mental para lograr una vida saludable y promover el bienestar universal. La promoción de la salud mental será por tanto también un elemento fundamental para que los países alcancen los Objetivos de Desarrollo Sostenible”. Si en algo están de acuerdo todos los expertos es que actuar contra la pobreza infantil equivale a hacerlo contra las enfermedades mentales en la infancia, y viceversa.

 

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