- La vida en grandes áreas urbanas o en zonas rurales o escasamente pobladas presenta retos y oportunidades diferentes para la infancia
- En España, la mitad de los 2,3 millones de niños y niñas en riesgo de pobreza se concentran en zonas muy pobladas, y la intensidad de la pobreza infantil aumenta con el grado de urbanización
- La lucha contra la pobreza infantil en áreas urbanas o rurales requiere de estrategias y políticas distintas
La pobreza infantil tiene una dimensión territorial: la oportunidad de un niño o niña de realizar todo su potencial o bien de sufrir riesgo de pobreza y exclusión está muy ligada a aspectos como su situación socio-económica y al lugar donde vive. Por tanto, ¿es igual si vive en una ciudad o en zonas rurales?
El informe “Geografía de la pobreza infantil en España” de El Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil estudia este aspecto territorial de la pobreza infantil y muestra que los entornos distintos presentan riesgos y oportunidades muy diferentes, incluyendo factores como el tamaño del municipio, la densidad poblacional o la distancia de otros hábitats aledaños.
Cada vez más personas viven en ciudades y, si bien estas ofrecen a sus habitantes más oportunidades laborales y recursos, estos se enfrentan a otros desafíos urbanos específicos: una mayor desigualdad, un coste de vida más elevado, falta de vivienda asequible y de lugares de cuidado infantil, etc. Los entornos menos poblados, como es obvio, se enfrentan a dificultades de otro tipo.
Crecer en grandes áreas urbanas o en zonas rurales o escasamente pobladas presenta retos y oportunidades diferentes, y la lucha contra la pobreza infantil requiere de estrategias y políticas distintas en cada una de ellas.
La ‘paradoja urbana’
Se estima que 356 millones de personas en todo el mundo vivían en pobreza extrema antes de la pandemia, y esto empeorará significativamente según el informe Global Estimate of Children in Monterary Poverty. Los niños y niñas de las zonas urbanas tenían menos probabilidades de verse afectados que sus compañeros de las zonas rurales.
Sin embargo, en 2018 una publicación de UNICEF ya advertía de un fenómeno al que denominaron la ‘paradoja urbana’: no todos los niños y niñas de las ciudades se benefician de sus ventajas (es decir, mejor acceso a empleos para sus familias, atención médica y oportunidades educativas). El informe demostraba que algunos de los niños y niñas más pobres de las ciudades obtienen peores resultados en materia de bienestar, educación o salud que los niños y niñas más pobres de las zonas rurales.
La desigualdad, exclusión y los desafíos urbanos para el bienestar, como los peligros para el medio ambiente y la salud, pueden dar como resultado la paradoja de que muchos residentes de las ciudades, incluida la infancia y adolescencia, sufren privaciones más graves que aquellos que viven en zonas rurales.
El ejemplo más extremo de pobreza en la ciudad es el de los asentamientos de infraviviendas, en los que muchos niños y niñas crecen en construcciones precarias y de mala calidad, sin condiciones mínimas para la habitabilidad y en los que se concentra la extrema pobreza, la exclusión social y la falta de oportunidades.
Los retos de las ciudades
En España, la pobreza infantil urbana ha aumentado desde el año 2013 al mismo tiempo que se ha reducido en zonas escasamente pobladas, según el informe de El Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil.
Si bien las tasas de pobreza infantil son más altas en las zonas menos pobladas (29,6%) que en las más pobladas (27,6%), su intensidad aumenta en el grado de urbanización: tanto la pobreza infantil alta como severa son superiores en las zonas más pobladas, que se caracterizan además por mayores niveles de desigualdad.
El caso de Madrid es un buen ejemplo de esta desigualdad: tiene distritos con la mitad de la población con ingresos superiores al 200% de la media y otros no muy lejanos con tasas de pobreza infantil muy elevada.
Uno de los principales problemas en ciudades como Madrid es el de la falta de acceso a la vivienda: un factor vinculado a la pobreza infantil. Sobre su experiencia en primera fila con familias vulnerables durante los primeros meses de crisis sanitaria, María Nieves Sevilla Urbán, del Ayuntamiento de Getafe, puso un ejemplo que lo confirma: “El 90% de nuestros usuarios tienen problemas de vivienda, alquileres asequibles, impagos, desahucios… y es lo que más afecta a los niños”.
Esta dificultad de acceso a la vivienda es un elemento diferenciador claro entre el mundo rural y la ciudad. De los hogares que sufren sobrecoste de vivienda, casi dos de cada tres niños, niñas y adolescentes vive en entornos urbanos, y este porcentaje es más del doble en las zonas muy pobladas (13,4%) que en las poco pobladas (6,4%), según el informe del Alto Comisionado. Además, los hogares con menos renta de entornos urbanos dedican, de media, un 22% más de dinero a la vivienda que los hogares con los mismos recursos en entornos rurales.
La infancia en el mundo rural
Los niños y niñas que viven en el mundo rural se enfrenta a otros desafíos muy distintos. Algunos de ellos son la falta de oportunidades laborales para las familias, el desequilibrio demográfico, la escasa oferta educativa y acceso a servicios básicos y falta de infraestructuras adecuadas, como destaca la Estrategia Europea de Derechos de la Infancia.
La brecha digital que sufren los habitantes de zonas rurales también es un problema que perpetúa las desigualdades y que en todo el mundo pone en jaque el derecho a la educación de miles de niños y niñas. Un informe de UNICEF revela que dos tercios de los niños en edad escolar del mundo, o 1.300 millones de niños de entre 3 y 17 años, no tienen conexión a Internet en sus hogares. A nivel mundial, alrededor del 60 por ciento de los niños en edad escolar en las zonas urbanas no tienen acceso a Internet en el hogar, en comparación con alrededor de las tres cuartas partes de los niños en edad escolar en los hogares rurales.
Esto se ha hecho más latente a raíz de la pandemia y la digitalización de la educación, cuando los niños y jóvenes de los hogares más pobres, las zonas rurales y los estados de ingresos más bajos que no cuentan con internet se han visto rezagados respecto a sus pares, con menos oportunidades de ponerse al día en las clases.
Por otro lado, las zonas rurales y poco pobladas ofrecen ventajas frente a las grandes ciudades, como un coste de vida más bajo, especialmente en los referido a la vivienda, y otros beneficios que han cobrado relevancia durante la pandemia.
En las ciudades, algunos factores han contribuido a agravar la crisis sanitaria, como la densidad de población, la concentración de la actividad económica y del turismo o la precariedad de las viviendas y las condiciones de hacinamiento en las que se encuentran muchas personas. Durante la desescalada, muchas familias se han visto en serias dificultades para mantener las distancias de seguridad debido a las limitaciones de sus viviendas o de las ciudades donde viven.
En particular, la pandemia ha demostrado lo dañinas que pueden ser la congestión, la contaminación y la falta de espacios verdes y de contacto con la naturaleza, incluida la forma en que estos factores han contribuido a la gravedad del sufrimiento de los habitantes de las ciudades. Aspectos que en las zonas rurales o poco pobladas no suponen un problema. En las áreas suburbanas o rurales el distanciamiento social ha sido más fácil de garantizar ya que existe una menor densidad de población y hay más conexiones con el aire libre.
Estrategias distintas
Las estrategias para paliar o reducir los efectos negativos de la pobreza infantil en los distintos tipos de entornos deben responder a sus características.
En zonas poco pobladas el esfuerzo debe ponerse en dar acceso a servicios educativos y sanitarios de calidad, como indica el Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil. Ejemplos de actuaciones en pequeños municipios para paliar la pobreza infantil a raíz de la crisis sanitaria son los del municipio de Mondéjar, en Guadalajara, donde durante la pandemia se han mantenido los servicios para dar cobertura a las necesidades de la población y garantizar el acceso a internet de los niños y niñas. O la red de centros de acción social llevada a cabo por la Diputación de Valladolid para revitalizar los municipios más pequeños e inaccesibles de la comunidad.
Por otro lado, en las zonas urbanas es necesario otro tipo de estrategias: facilitar el acceso a una vivienda segura con buenas condiciones de habitabilidad y la mejora del equipamiento urbano y la dotación de recursos a los entornos en los que crecen los niños, niñas y adolescentes.
Barcelona ofrece un ejemplo de cómo se pueden transformar las áreas de la ciudad para reducir la contaminación y aumentar el acceso a espacios verdes. Otros ejemplos son las ciudades adaptadas a raíz de la pandemia para ofrecer más espacio y garantizar la distancia social, y las zonas urbanas que han añadido espacios abiertos de juego o espacios verdes.
Las ciudades piden un nuevo pacto europeo para una recuperación justa y sostenible tras la pandemia
La pandemia puede ser una oportunidad para un cambio de paradigma en la forma que diseñamos nuestras ciudades priorizando la planificación urbana centrada en la infancia para lograr ciudades más verdes, seguras, saludables, inclusivas y preparadas ante el cambio climático y posibles pandemias futuras, como proponemos en nuestro Cuaderno para la acción local.
Para todos estos retos, la Garantía Infantil Europea ofrece un marco de actuación, pero las administraciones autonómicas y locales tienen un papel importante que cumplir a la hora de luchar contra la pobreza infantil tanto en zonas rurales como urbanas, y de mejorar la vida de la infancia en sus pueblos y ciudades.