desarrollo infantil

Foto de Jelleke Vanooteghem en Unsplash

 

  • Desde la primera infancia, el entorno contribuye al desarrollo pleno del individuo. ¿Qué ciudades benefician y cuáles resultan perjudiciales? 

 

El desarrollo mental no es algo meramente individual. Los niños, niñas y adolescentes que viven en barrios y vecindarios más empobrecidos (aquellos con viviendas de mala calidad, más pobreza y niveles más bajos de empleo y educación) tienen más probabilidades de desempeñarse peor en la escuela y tener mayores problemas de salud mental.

Es una de las conclusiones de un reciente estudio realizado en vecindarios en el sur de Michigan en Estados Unidos, país donde 6,4 millones de niños y niñas vivían en 2020 en vecindarios con índices de pobreza del 30% o más.

Este estudio demuestra algo que ya se temía: las desventajas de determinados vecindarios pueden afectar el desarrollo infantil moldeando la estructura y función del cerebro, además de afectar otros sistemas del cuerpo, como el sistema de respuesta al estrés. Se debe a que los vecindarios desfavorecidos aumentan la exposición de los niños y niñas a delitos violentos y aspectos como la contaminación, las sustancias tóxicas y el tráfico, y reducen el acceso a alimentos saludables y escuelas de buena calidad.

 

La huella de la pandemia en el desarrollo infantil y adolescente

 

Pobreza infantil

 

Es una realidad que podría extrapolarse a todos los países. El informe “Geografía de la pobreza infantil en España” de El Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil ya mostró que los entornos distintos presentan riesgos y oportunidades muy diferentes para la infancia. Por ejemplo, vivir en ciudad o zona rural determina muchos aspectos de cómo crecerá un individuo.

Algo que también determina cómo se desarrolla el cerebro del niño o niña es el hecho de sufrir pobreza infantil. Desde hace años se viene estudiando que las estructuras del cerebro destinadas a procesos críticos para el aprendizaje son vulnerables a circunstancias ambientales, como la pobreza, el estrés, la escasa estimulación o la nutrición. Un estudio de 2021 apuntó por primera vez a una relación causal entre el nivel adquisitivo de las familias y la actividad cerebral de los niños y niñas, sugiriendo que la pobreza tiene un impacto directo y causal en la actividad cerebral.

Es importante recordar que el riesgo de sufrir pobreza y exclusión tiene una fuerte dimensión territorial: es un riesgo que depende de diferentes aspectos, como la ciudad, el vecindario o las características del hogar donde vive el niño o niña.

 

Redes vecinales

 

El estudio de Michigan arroja un dato positivo: incluso en los barrios más desfavorecidos, los vecinos pueden proteger a los niños y niñas de sus efectos negativos en su desarrollo. ¿De qué forma? Construyendo normas sociales positivas sobre el cuidado mutuo y la prevención de la violencia.

Por desgracia, los factores estructurales de los barrios (por ejemplo, dónde se construyen las autopistas, cómo se definen los límites de los vecindarios, etc.) dificultan que los vecinos construyan relaciones y normas sólidas en muchas zonas del mundo.

En estos casos, detalla el informe, “aunque los vecinos pueden trabajar para promover un entorno más positivo para la infancia, es posible que se necesiten cambios a nivel de políticas que ayuden a los vecinos y las familias a prosperar en los vecindarios más desfavorecidos”.

 

Juego y naturaleza

 

¿Qué tipo de ciudades son, entonces, las mejores aliadas para el desarrollo del niño o niña?

El desarrollo infantil va de la mano de aspectos como la estimulación a través de la comunicación, el juego y la atención receptiva de los cuidadores. Por lo tanto, una ciudad buena para el desarrollo es, entre otras cosas, aquella que permite el juego.

Para los expertos, la infancia es una etapa crítica para el desarrollo del cerebro, fomentado entre otros factores por el acceso a entornos estimulantes donde niños y niñas puedan aprender. Por lo tanto, la arquitectura y planificación de las ciudades resultan entornos propicios. Por desgracia, en las ciudades, donde cada vez vive más porcentaje de la población mundial, se reducen más y más las oportunidades de que un niño o niña cuente con un espacio donde jugar al aire libre.

La vegetación y la naturaleza también contribuyen al desarrollo en la infancia, como muestran diferentes estudios:

 

El ciudado a la primera infancia es crucial: los países que cuentan con un servicio de guarderías gratuito y de calidad que permita una nutrición adecuada, estímulos y atención benefician al desarrollo del cerebro de los niños y niñas en sus primeros mil días.

Por último, un compromiso con los derechos de la infancia resulta clave para que los niños y niñas alcancen todo su potencial. Las Ciudades Amigas de la Infancia son aquellas comprometidas a garantizar el derecho inherente a la vida, la supervivencia y el sano desarrollo de los niños y niñas. Lo hacen mediante servicios que pueden apoyar a los niños en su desarrollo y bienestar: en el hogar, en la escuela, en la recreación y el deporte, en clínicas y hospitales, en residencias, en los tribunales y en el sistema judicial. Y tenemos un buen dato: en España, casi la mitad de los niños y niñas viven en una ciudad o municipio que trabajan con esa meta.

 

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