Brecha digital

Fotografía: Carl Jorgensen / Unsplash

 

  • ¿Cómo ha afectado la falta de accesibilidad a internet a los derechos de la infancia desde el inicio de la pandemia, y qué se ha hecho para paliarla?
  • “200 millones de niños y niñas viven en lugares que no están preparados para poner en práctica la enseñanza a distancia” UNICEF

 

Durante los primeros meses de la pandemia de la COVID-19, en un momento de emergencia sanitaria, muchos niños y niñas vieron garantizados sus derechos gracias a internet y las nuevas tecnologías. Y no solamente el derecho a recibir una educación a través de las clases a distancia, sino también los derechos al juego y al ocio cuando era imposible salir a la calle, o los igualmente importantes derechos a recibir información, a ser escuchado y participar, etc.

Sin embargo, en el mundo dos de cada tres niños no tienen internet en casa: un “precipicio digital” que está costando el futuro a una generación, hemos denunciado desde UNICEF. En España, la brecha digital también afecta a un número considerable de aquellos niños y niñas más vulnerables, principalmente a aquellos cuyas familias tienen mayores dificultades a un nivel socioeconómico.

“La falta de conectividad no solo limita la capacidad de los niños y jóvenes para conectarse online. Les impide competir en la economía moderna. Los aísla del mundo”, explica Henrietta Fore, Directora Ejecutiva de UNICEF. Y en el caso de que se produzcan cierres de escuelas, como ha sucedido durante la pandemia, los lleva a perder la educación, añade.

¿Cómo ha afectado la brecha digital a los derechos de la infancia desde el inicio de la pandemia, y qué se ha hecho para paliar este problema que deja a los más vulnerables atrás?

 

Una forma de exclusión

 

Se denomina brecha digital a la distribución desigual en el acceso o el uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) entre grupos sociales. Las principales razones están relacionadas con la falta de recursos económicos o una infraestructura de telecomunicaciones adecuada (especialmente en zonas rurales).

Entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el Objetivo 9 (Industria, innovación e infraestructura) trabaja para reducir la brecha digital y garantizar el acceso igualitario a la información y el conocimiento que se transmite por las redes.

Internet debería ser una herramienta para impulsar los derechos de la infancia y adolescencia; sin embargo, cuando el acceso a las TIC no es igual para todos puede considerarse una forma de exclusión y poner en peligro el cumplimiento de dichos derechos.

Un ejemplo es la educación online. Esta modalidad de educación a distancia permitió a millones de niños y niñas continuar con sus clases durante los primeros meses de la crisis sanitaria, cuando los centros se cerraron y las aulas se sustituyeron por ordenadores, móviles y tablets. A día de hoy cabe pensar que, en caso de futuras emergencias, la educación online será imprescindible para que millones de niños y niñas puedan ver garantizado su derecho a la educación.

Sin embargo, hoy en día al menos 200 millones de niños y niñas viven en lugares que no están preparados para poner en práctica la enseñanza a distancia, recogemos en el informe que hemos lanzado desde UNICEF. Esto quiere decir que no están preparados para los cierres escolares que se puedan presentar en futuras emergencias. Según el informe, también afecta a los niños y niñas de los países de ingresos altos y medianos altos.

 

Una brecha que perpetúa las desigualdades

 

El confinamiento y la necesidad de utilizar las nuevas tecnologías para comunicarse sacó a la luz algo que antes no era tan visible: lo que Abel Caballero Álvarez, Presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP), denominaba “nuevas pobrezas” surgidas a raíz de la pandemia. “Hay familias que no son pobres pero que solo tienen un ordenador para compartir, en el estudio, el trabajo, etc.”, dice.

Efectivamente, para muchos la pandemia ha supuesto una oportunidad para identificar las familias que no cuentan con acceso a internet, y ha sacado a la luz el problema de la brecha digital. “Ha servido para detectar de una manera muy clara la desigualdad que existe”, explica Diana Camafeita, coordinadora de dinamización del Ayuntamiento de Madrid.

En el ámbito educativo, los estudiantes con peor conexión a internet, que cuentan con un ordenador compartido o que tienen que seguir la clase con un teléfono móvil, han quedado detrás del resto.

 

Adaptándose a la emergencia a nivel local

 

¿Qué sucedió durante los primeros meses de la pandemia? Gracias a su rol de proximidad, los gobiernos locales trabajaron codo a codo con los centros escolares desde el primer momento para poner en marcha medidas contra la pobreza infantil y paliar el impacto de la crisis, abordando entre otras cosas la brecha digital.

Desde el ayuntamiento de Parres (Asturias), por ejemplo, detectaron que la brecha digital dificultaba a muchos niños y niñas seguir las clases online y se apresuraron a buscar una solución: en coordinación con el instituto facilitaron puntos de acceso WiFi y ordenadores o tablets a aquellos alumnos que lo necesitaron.

Otro ejemplo es el Ayuntamiento de Villanueva de la Serena (Badajoz), donde también se detectaron los problemas de falta de conexión a internet que dificultaba a muchos niños y niñas seguir con las clases. Surgió el proyecto refuerzo educativo, con la creación de un aula para dar clase a estudiantes en riesgo de exclusión, y en el que se ofertaron clases de refuerzo a aquellos alumnos que lo necesitasen.

La Consejería de Educación y Deportes de Andalucía detectó que unos 90.000 estudiantes se desconectaron de las clases a distancia durante el tercer trimestre, y calcularon que un tercio lo hizo debido a que no contaban con dispositivos tecnológicos para seguir las clases. Por ello dotaron a estos alumnos de elementos tecnológicos y de formación a alumnos y profesorado.

Y no solo en España: el ayuntamiento de Rotterdam, en Países Bajos, intentó paliar la pobreza infantil y la brecha digital en asociación con empresas locales, iglesias y ONG, entregando de 4.000 ordenadores portátiles y tablets y estableciendo nuevos puntos de acceso WiFi.

 

Medidas para garantizar la participación

 

En cuanto a la participación infantil y adolescente, también tuvo que trasladarse al ámbito online durante los meses más duros de la pandemia. Garantizar el derecho a participar en esas condiciones contó con muchos problemas: no poder ver a los compañeros, la dificultad para coordinarse entre ellos o con los dinamizadores, un cambio de dinámicas, la exposición excesiva a las pantallas o, como es obvio, la brecha digital.

“Las principales dificultades que nos hemos encontrado han sido sobre todo a la hora de conectarse a videollamada, no todo el mundo puede, no todos tiene red, se dan fallos técnicos, se va la conexión…”, confirma Marina, del consejo joven de Tenerife. “Somos conscientes que no todos los compañeros tenemos la misma facilidad para conectarnos, o que no todos tenemos la misma calidad de imagen y sonido”, añade Yaiza.

La experiencia otorgó a los consejos de participación muchos aprendizajes sobre cómo mejorar la participación online y de qué manera incluir a todos los niños y niñas. Por ejemplo, tomar notas de las actas para luego facilitárselas a aquellos que no pudieran estar en las reuniones online, incluyendo los niños y niñas más pequeños que aún no tienen teléfono móvil.

En cuanto a los dinamizadores, estuvieron en contacto por teléfono o WhatsApp con aquellos que tuvieran dificultades para conectarse, a veces a través de entidades en las que estos niños y niñas participan, como Cruz Roja, para informarles de lo que se habla en las reuniones. Hubo que adaptar los nuevos espacios online a los niños y niñas con discapacidad visual o auditiva, como sucedió en el consejo de Puerto del Rosario, en Fuerteventura. Son algunos ejemplos de cómo se ha intentado paliar la brecha digital que afecta a muchos niños y niñas, compromete la puesta en práctica de sus derechos y aumenta las desigualdades en la infancia.

 

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