- El colectivo Basurama ofrece una formación sobre cómo transformar los espacios a partir de recursos locales y con la participación de la infancia
¿Qué requiere un espacio físico para ser seguro? En muchas ocasiones, donde un adulto ve seguridad, un niño o niña puede percibir peligros o elementos que suponen riesgos. Son aspectos que el resto de las personas no siempre pueden ver.
Por eso, Rubén Lorenzo Montero, miembro fundador de Basurama, propone hacer el ejercicio de abrir la mirada. Es lo que desde 2001 llevan haciendo desde este colectivo dedicado a realizar proyectos de transformación de los espacios a partir de recursos locales con la participación de las comunidades que los habitan, tanto en el espacio público como en entornos escolares.
Uno de los cuatro niveles necesarios para que un entorno sea seguro y protector es el espacio físico.
Abrir la mirada, por ejemplo, respecto a los recursos que utilizamos. Desde Basurama trabajan con basura o material desechado y un buen ejemplo es la iniciativa Re-Labs, a través de la cual han mapeado los lugares de Madrid donde el Ayuntamiento acumula materiales desechados (como neumáticos, pupitres y sillas, mesas de terrazas, escenografía de madera, tuberías…), para darles un segundo uso en colegios o centros sociales.
Vídeo completo de la formación:
Darle la vuelta a los espacios
¿Qué aspectos debe tener un espacio físico para resultar seguro para la infancia? Lorenzo Montero ofrece algunas pautas: aspectos como la temperatura o luz adecuadas, los colores cálidos o la posibilidad de movilidad física hacen que el espacio sea más seguro. También, que las personas que habitan esos espacios puedan poner su propia música o personalizarlos, y el contacto con la naturaleza.
Dentro de la forma de trabajar de Basurama, esta transformación de espacios tiene dos puntos clave: la participación y el juego.
-
Participación
“Solemos hacer una participación directa de las personas”, explica Lorenzo. Aclara que, aunque al hablar de participación infantil y adolescente tendemos a equiparar las relaciones de poder entre adultos y niños, “las responsabilidades no son las mismas. Los adultos deben tener responsabilidades en cuanto al cuidado, protección, acceso a la información, etc.”
-
Juego
Sin riesgo no hay aprendizaje; por eso el juego es, además de un derecho reconocido de la infancia, un elemento importante que permite a los niños y niñas desarrollar todo su potencial.
Según la guía Ver para proteger, de UNICEF, la sobreprotección, definida como un trato que intenta evitar cualquier malestar o daños poco probables, impide el correcto desarrollo de la autonomía y genera un sentimiento de falta de validez en el niño, niña o adolescente. Por eso, un entorno protector no es lo mismo que un entorno protegido: este último fomentará la inseguridad, dependencia e individualismo en lugar de desarrollar en el niño o niña la autonomía, confianza o resolución de conflictos, añade el arquitecto.
Ejemplos de iniciativas de Basurama
Lorenzo ha compartido varias experiencias de procesos participativos de diseño de espacios físicos con niños, niñas, adolescentes y profesionales del urbanismo, realizadas desde su colectivo.
Moradores da rua
Llevado a cabo en varias ciudades, este proyecto consistió en introducir infraestructura bajo un puente (un espacio abandonado e inseguro) para poder colgar columpios de neumáticos y redecorarlo con colores. Pronto, lo usaron los niños pero también adultos de todas las edades.
“De ser inseguro, pasó a ser un espacio donde todos querían estar y relacionarse”, explica el arquitecto. “Hemos introducido simplemente el juego. El juego cambia radicalmente el espacio”.
7.000 Girasoles
El Ensanche de Vallecas (Madrid) es un modelo de PAU, barrios nuevos construidos en torno al coche sin servicios accesibles, donde socializar se vuelve más difícil y aparecen grandes descampados. En uno de ellos llevaron a cabo una acción en 2016: la plantación de un campo de girasoles.
Fue para Lorenzo una manera de reivindicar el espacio mediante un proceso participativo, que les permitió observar “cómo entra el imaginario rural en la ciudad y compartir los saberes (la gente mayor se acercaba para dar consejos sobre cómo plantar…). Se hizo con niños, con familias…” Sirvió también para enfatizar que el espacio público puede ser un lugar de encuentro y de intercambio de experiencias.
Acciones en colegios
Frente al modelo de patios escolares duros y centrados en el fútbol, se están proponiendo otro tipo de juegos diversos e inclusivos. En uno de los institutos “había un problema del patio pequeño y un conflicto con el fútbol. Las chicas caminaban por el borde, no se planteaban ocupar el centro”.
La acción transformadora fue muy sencilla: una mañana, antes del recreo, “sacamos las sillas almacenadas e hicimos un juego de sillas gigantes en el centro”, cuenta. Cuando los chicos y chicas salieron al recreo, este cambio de dinámica les sirvió para ver su patio de otra forma diferente. A partir de ese momento “inventaron juegos nuevos, como el juego de el suelo es lava… La invención y la imaginación se multiplicaron”, añade.
Escuela Aranjuez Maestro Rodrigo
En el patio de la escuela para niños y niñas muy pequeños, lleno de piedras, las profesoras tenían miedo a que se las tiraran y se hicieran daño. “Era un miedo más de las adultas”, observa Lorenzo. Una tarde, las profesoras recogieron las piedras del patio, las pintaron de azul y dibujaron con ellas círculos en el centro del patio. Una acción muy sencilla que transformó la mirada de los niños y niñas: “Al día siguiente, los peques se acercaron, las cogieron, hicieron juegos… Se convirtió en el patio de las piedras azules. Es decir, se transformó en un valor lo que antes era un peligro”.
Valla animada
Entre los ejemplos de transformaciones permanentes está la valla del colegio Núñez de Arenas, en Madrid. El patio estaba atravesado por una valla pero por las tardes se colaba gente para hacer botellón: no era un entorno protegido para los más pequeños. Las profesoras tenían un presupuesto para hacer una doble valla, pero desde Basurama se preguntaron cómo hacer para que el barrio protegiera y cuidara ese patio escolar.
Así, trabajaron con los niños y niñas más pequeños, que hicieron autorretratos y retratos de sus amigos. “Los pasamos a unas chapas de metal y las pusieron por toda la valla”, dice Lorenzo. Era un elemento comunicador: la imagen de los niños y niñas que convivían en ese mismo patio. “De repente saltar esa valla no es lo mismo con unos pinchos que con esos dibujos. Funcionó súper bien”.
Autobarrios de Sancristobal, Villaverde
El proyecto más largo tuvo lugar en 2011 en Sancristóbal, un barrio madrileño muy estigmatizado. “En la participación siempre hay que buscar alianzas, como asociaciones de vecinos, coles… agentes que trabajan en el barrio o el centro. Hacerles formar parte del proceso”, cuenta Lorenzo. Fueron esas mismas asociaciones quienes recomendaron que trabajaran con adolescentes del barrio: necesitaban un espacio y protagonismo.
Así, eligieron un lugar concreto: el bajo de un puente sobre el que pasa la carretera de Andalucía, entonces un espacio inseguro. La primera acción fue dibujar un gran eslógan con las palabras mi barrio es de colores. “Apareció por la mañana de domingo, y los mayores que iban a misa dijeron, ah esto lo han hecho los chavales”, recuerda.
Las siguientes intervenciones incluyeron pintar el espacio de colores e incluir mesas y sillas de madera que sobraron de unas obras de Madrid, con las que construyeron bancos y plataformas. Los adolescentes utilizaron desde entonces ese espacio para organizar conciertos y festivales de poesía. De un lugar inseguro había pasado a ser “un espacio suyo, seguro, donde ellos mismos programaban actividades culturales”, concluye.
*Las opiniones contenidas por las personas formadoras en sus sesiones no reflejan necesariamente las opiniones de UNICEF España