Pepa Horno: “No es posible ejercer violencia en un entorno que no lo permita”

14/06/2023 | Derechos de la Infancia, Desarrollo de capacidades, Entrevista, Poyecto protección, Previas, Protección

Pepa Horno entornos protectores

Foto de Ksenia Makagonova en Unsplash

 

  • La psicóloga y experta en infancia explica todas las pautas para crear entornos seguros y protectores en los municipios
  • “La comunidad es uno de los garantes básicos de los derechos de la infancia. A medida que vamos generando comunidad dentro del municipio vamos generando entorno protector también”

 

Un entorno seguro y protector para la infancia no solo es un lugar libre de violencia: es, además, un lugar afectivo donde las personas se relacionan desde el buen trato. Y es, también, un espacio en el que se garantizan tanto los derechos de la infancia como el desarrollo pleno de todos los niños y niñas.

Así lo define Pepa Horno, psicóloga y consultora independiente de infancia de la consultoría Espirales, que ha ofrecido dos sesiones para explicar cómo generar entornos seguros y protectores en los municipios, para lo que ha compartido la visión teórica y ejemplos basados en su amplia experiencia trabajando con infancia y adolescencia.

 

La grabación completa del taller, sesión 1:

Sesión 2 del taller (resolución de dudas):

 

Horno propone mirar el entorno e integrarlo como parte del trabajo y de la intervención: “Uno no interviene al vacío. Es imposible para un técnico conocer al niño si no visitas el lugar donde vive”, pone como ejemplo.

Recuerda que es el propio entorno protector el que impedirá que se produzcan las situaciones de violencia contra la infancia: “Yo no ejerzo violencia donde quiero sino donde se me permite. No es posible ejercer violencia en un entorno que no lo permita. Tampoco es posible el buen trato en un entorno que no lo permita. Hay entornos con niveles de violencia estructural que hacen casi imposible el buen trato a la infancia”.

 

Los cuatro niveles de los entornos protectores

 

Horno explica los cuatro niveles clave para generar estos entornos seguros y protectores. Dos de ellos (el entorno físico y los adultos y adultas conscientes) son condiciones a priori: “Es imposible generar un entorno seguro sin esos niveles”. Los otros dos niveles (entorno emocional y protagonismo) requieren una intervención y son, en su experiencia, los dos más difíciles de implementar:

 

1. Entorno físico

El diseño de los espacios (aspectos como la accesibilidad, seguridad y prevención de incendios, dimensiones y distribución del espacio, que permita movimiento) lanza mensajes a los niños y niñas. Los espacios educan y las paredes hablan, recuerda Horno.

También la ubicación de los espacios o instalaciones: antes, los centros de protección se construían a las afueras de las ciudades o pueblos, aislados. Hoy sabemos que un niño que viva en un centro aislado siempre estará en una condición de riesgo: “El aislamiento conduce al riesgo y la red conduce a la protección”, dice.

Horno sugiere adaptar los espacios físicos desde una perspectiva de protección. Por ejemplo, los baños, uno de los espacios de riesgo para la infancia: propone que de sebe tender hacia los baños mixtos y diferenciados por edades y no por sexos: “El riesgo viene por la diferencia de edad, no la de sexo”, explica.

 

2. Entorno emocional

Este nivel requiere dotar de la calidez emocional al entorno físico. Se hace a través de aspectos como la temperatura, los colores, las formas, la distribución de los espacios, la luz o el contacto con la naturaleza. “Puedo estar en un lugar seguro pero que sea frío emocionalmente”, dice.

También tiene que ver con la personalización del entorno por parte de quienes lo habitan. Horno pone un ejemplo:

“En un centro de protección, cuando los chavales llegan, no quieren estar allí y no aceptan el centro. Tienden a no querer decorarlo. Poco a poco va apareciendo la personalización hasta que son capaces de poner las fotos de su familia en la mesilla: ese es el mayor indicador en un centro de protección de que un crío o cría se siente seguro y a gusto”.

Añade que es uno de los niveles donde más carencias encuentran.

 

3. Adultos conscientes

Algo imprescindible para la creación de entornos seguros es que haya un equipo de adultos responsables de cada entorno que trabajen desde la afectividad consciente. Para ello se requiere que tengan conciencia sobre ellos mismos, sobre las necesidades de las personas y sobre el entorno.

Afectividad consciente: “Debemos entenderla como una competencia profesional“.

“Un entorno no es seguro si no es cálido, si las personas no se relacionan de forma afectiva”, dice la especialista. “Para todos los profesionales que tienen roles educativos o de cuidado, la afectividad consciente es una competencia profesional. Un maestro o maestra que sabe de qué va su trabajo y en qué consiste educar sabe que es imposible hacerlo sin afecto”.

¿Cómo lograr adultos conscientes? Horno ofrece varias pautas:

  • Generar un entorno amigable. “Hacer a la gente mirar las paredes. Hacerles conscientes de cómo los niños y niñas se sitúan en el espacio, qué juguetes cogen, qué zonas están descuidadas… Dar un paseo físico con los residentes es un elemento de consciencia”.
  • La formación, que tiene que ver con la conciencia. Por ejemplo, que cada profesional trabaje y sea consciente de su historia de vida, su modelo vincular y cómo lo traspasa a la gente con la que trabaja: “La manera en que nos relacionamos la determina nuestra historia de vida, y esta debe ser consciente e integrada”.
  • Espacios de cuidado, con trabajo corporal. Horno advierte de que tenemos un problema muy serio con el contacto físico, especialmente después de la pandemia. “El contacto físico (no solo con personas sino también con objetos) es un elemento protector nuclear. Los niños que han crecido estos últimos años lo han hecho con carencia de exploración y estimulación, y con la idea del peligro vinculado al contacto físico. Estamos teniendo problemas en el desarrollo de los niños por falta de estimulación, contacto físico, exploración, tocar las cosas…”.
  • Supervisión técnica de los casos, los programas… “Supervisando tienes menos miedo, se cometen menos errores, te sientes más sólido”, dice.

 

4. Protagonismo

Un requisito esencial es que las personas que vivan en el entorno puedan ser protagonistas sobre su propia vida, tanto adultos como niños, niñas y adolescentes.

Supone que niños y niñas adquieran protagonismo en los aspectos de su vida cotidiana (cuándo me voy a duchar, cuándo voy a comer… “Un niño o niña en un centro de protección no puede decidir esas cosas”, pone como ejemplo), las decisiones importantes que les afectan, la comunidad donde viven, los planes de intervención (en los entornos profesionales), la evaluación y mejora de los entornos, etc.

“Es el nivel que más cuesta, no estamos acostumbrados”, advierte Horno.

 

La comunidad: un garante de los derechos de infancia

 

La psicóloga destaca que uno de los objetivos básicos de cualquier programa de protección es generar redes. “Es importante construir redes dentro del municipio, crear espacios donde la gente se puede encontrar”.

Para ello, el nivel local y comunitario es muy importante. “La comunidad es uno de los garantes básicos de los derechos de la infancia”, asevera. “Y la comunidad está en el municipio. Por tanto, a medida que vamos generando comunidad dentro del municipio vamos generando entorno protector también”.

“Tenemos que construir redes dentro del municipio, crear espacios donde la gente se puede encontrar”

Para ilustrarlo, ofrece el ejemplo de las investigaciones que se han hecho en torno al bullying: Los programas más eficaces son no aquellos que se han enfocado en víctimas o en los agresores, sino los que se han enfocado en las escuelas, en convertirlas en entornos seguros y protectores, incluyendo el trabajo con los otros niños y niñas testigos. Cuando los testigos se implican en la erradicación de la violencia, se posicionan, esa violencia desaparece, explica.

“La gente entiende la protección como generar miedo a los niños (no salgas, no hables con extraños…) cuando la protección se basa en generar fortaleza emocional interna”, concluye Horno. “Lo que genera protección es que los niños sean capaces de conectar con sus sensaciones físicas, porque son estas las que les van a servir para detectar con las sensaciones de riesgo y pedir ayuda. Y necesitan una red protectora a la que pedir ayuda. Esos son los dos elementos clave de la protección”.

 

*Las opiniones contenidas por las personas formadoras en sus sesiones no reflejan necesariamente las opiniones de UNICEF España

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