- La violencia contra niños, niñas y adolescentes puede darse de muchas formas diferentes, y los casos han aumentado con la crisis sanitaria en todo el mundo
- “Cualquier tipo de crisis o emergencia presenta nuevos riesgos y amenazas, además de agudizar los que ya existían”, explica Patricia Landínez, especialista en protección en UNICEF
- Abolir la violencia contra la infancia requiere la creación de entornos de protección donde esta no tenga cabida, como sostiene el psicólogo F. Javier Romeo Biedma, para quien los gobiernos locales tienen un papel clave
Pocas cosas impactan más en la vida de un niño o niña que la violencia infantil: aunque en apariencia invisible, se trata de un fenómeno que afecta a millones de niños y niñas en todo el mundo y que ha aumentado desde la llegada de la pandemina según todas las evidencias. Atender a la víctima es llegar demasiado tarde: es necesario crear entornos seguros protectores que dificulten o imposibiliten los casos de violencia, abusos o maltrato contra la infancia.
¿Cómo hacerlo en esta situación de crisis sanitarias? ¿Qué podemos aprender de las experiencias de otras emergencias? Son algunos de los temas abordados en el taller online de creación de entornos protectores y prevención de la violencia contra la infancia, impartido por el psicólogo de Espirales Consultoria de infancia F. Javier Romeo Biedma y por Patricia Landínez, especialista en protección en UNICEF.
En España, el pasado mes de junio el Gobierno dio un paso importante al aprobar el Proyecto de Ley Orgánica de Protección Integral a la Infancia y la Adolescencia frente a la Violencia. Esperamos que este cambio de marco normativo mejore la prevención y atención de los casos de violencia y abuso contra la infancia, un proceso en el que intervienen diferentes actores, entre ellos los gobiernos locales quienes tienen un papel clave, al ser el entorno más cercano a los niños, niñas y adolescentes, en su protección, como ha recordado Romeo Biedma.
La violencia contra la infancia: qué es y de qué formas puede darse
Para entender a qué fenómeno nos enfrentamos, Romeo Biedma ofrece una definición de qué es la violencia: es aquello que causa un daño unido a un mal uso del poder (o abuso de poder) y que se puede ejercer de distintas formas: física, psicológica, sexual y por medio de la negligencia. El maltrato, por su parte, es un tipo específico de violencia caracterizado por su intensidad y su duración. Es cierto que algunas prácticas son algo más difíciles de catalogar como abuso: ¿es la sobreprotección un tipo de violencia? Para Romeo Biedma, sí lo es.
Los niños, niñas y adolescentes pueden estar expuestos a violencia de muchos tipos: entre ellos, la violencia entre iguales (el caso más común sería el acoso escolar), la violencia de género (ya sea en los casos de hijos e hijas de mujeres víctima como entre parejas adolescentes), la violencia en el deporte o en las TIC (a través de prácticas como el ciberacoso, el sexting o el grooming) o la violencia sexual, un tipo especialmente nocivo de agresión, afecta a uno de cada cinco niños y niñas, de los cuales, de acuerdo a Finkelhor (2005), entre un 78 y 89% son niñas. Y un caso que preocupa en los últimos tiempos es el de la violencia ejercida contra los niños y niñas migrantes no acompañados, un colectivo especialmente vulnerable cuyos derechos se ven comprometidos “no solo en sus países de origen sino cuando llegan aquí”, ha dicho Romeo Biedma, quien por cierto es uno de los autores del informe “Más allá de la supervivencia”, sobre cómo mejorar la intervención con estos chicos y chicas que quedan fuera del sistema de protección.
La violencia infantil en contextos de emergencias como la actual pandemia
La situación de crisis sanitaria mundial, así como las restricciones y cuarentenas impuestas en los países para tratar de paliarla, no han hecho más que empeorar este panorama: en España, la Fundación ANAR de ayuda a niños y adolescentes en situación de riesgo alertó de que durante la cuarentena aumentaron las peticiones de ayuda debido a violencia y desprotección de niños y niñas. “En un entorno supuestamente seguro se produce más violencia que nunca: de cada cinco casos atendidos, dos fueron por violencia”, explicaron en su página web.
La experta en protección de infancia Patricia Landínez ha dejado claro durante su intervención que “la violencia siempre aumenta en cualquier emergencia”. “Lo que sabemos por nuestra experiencia del trabajo de UNICEF en Emergencias, es que siempre cualquier tipo de crisis o emergencia causada por conflictos, desastres naturales, etc., presenta nuevos riesgos y amenazas que no existían antes de la emergencia, además de agudizar las amenazas que ya existían”, ha explicado. “Se debilitan las estructuras de protección, tanto formales como informales. En caso de un terremoto, los niños y niñas no tienen acceso a las escuelas, pero tampoco a un club juvenil, al grupo de deporte del barrio… Están aún más expuestos”.
Landínez ha añadido que, en estos casos de emergencias, los servicios de protección están también afectados, lo cual complica aún más todo: “Todos estos factores hacen que los niños, niñas y adolescentes sean desproporcionadamente los más afectados por el impacto de los desastres y las crisis”.
Pautas para crear entornos protectores para la infancia
Aquellos que tienen la responsabilidad de evitar que se den casos de violencia contra la infancia son las personas adultas, y una de las claves es la creación de espacios donde esta no tenga cabida en ninguna de sus formas, y donde se actúe siempre con la mirada puesta en los derechos de la infancia. Dichos espacios son cruciales por muchos motivos: “Sin un entorno seguro y protector, no se puede dar un desarrollo pleno del niño, niña o adolescente”, ha explicado Romeo Biedma. “Además, si previamente ha tenido un daño, el entorno protector es la condición que permite retomar el desarrollo”.
¿En qué consisten estos espacios de protección? Para el psicólogo, en su definición se dan tres condiciones: se trata de un espacio de buen trato afectivo, libre de cualquier forma de violencia, abuso o explotación, y en el que las personas se rigen por el respeto a los derechos humanos, en este acaso específico, a la Convención sobre los Derechos del Niño. Pero, además, si hablamos de entornos seguros para niños, niñas y adolescentes, hace falta un cuarto nivel: el espacio debe regirse por el interés superior de niño o niña.
Un entorno seguro y protector, siguiendo con la definición de Romeo Biedma, cuenta con cuatro niveles:
- Un nivel físico, por el que se garantice la seguridad física básica y que incluye elementos como la localización adecuada, cercanía entre servicios e integración comunitaria, dimensiones y distribución del espacio o el diseño de espacios evitando riesgos.
- Un nivel emocional, que incluye aspectos como la calidez física y emocional (colores, formas, espacios…), el juego, el contacto con la naturaleza o la personalización e individualización del entorno (“dejar que decoren es una forma de decirles que cuentan, que son importantes”, ha explicado el psicólogo).
- Un tercer nivel lo compone un equipo de profesionales conscientes que expresen afectividad desde el ajuste emocional y sensorial, con la capacidad de crear vínculos afectivos positivos y que cuenten con una mirada consciente y respetuosa, así como la capacidad de dotar a los niños y niñas de herramientas para la resolución de conflictos de forma no violenta.
- Finalmente, un cuarto nivel es el de la participación infantil y adolescente, que solo es significativa si los niños y niñas saben de qué les estamos hablando y las consecuencias, si se les toma en serio, si se les hace preguntas relevantes para ellos, si se les enseña en el proceso de toma de decisiones, etc.
Y, en esta situación excepcional de “nueva normalidad”, ¿cómo garantizar todo esto? ¿Puede crearse un entorno que cumpla todas estas normas, por ejemplo, en reuniones por videollamada?
“Lo tenemos mucho más complicado”, reconoce Romeo Biedma, quien aun así ha querido dar consejos a los técnicos de infancia que se enfrenten con ese reto: “Necesitamos trabajar por un lado nuestra parte de conocimiento de cada uno de los niños y niñas. Si no los conocemos podemos hacer juegos de presentación, en grupos más pequeños, dedicar cinco minutos al conocimiento mutuo. Podemos pedirles que hagan algo que les ayude a presentarse, por ejemplo, un dibujo. Es una forma de que simbólicamente se les vea”. En el caso de conocer ya a los chicos y chicas, ha añadido, se puede reflejar dicho conocimiento proponiendo que opinen sobre temas que les gustan, deportes que hagan, etc.
Estas aportaciones se suman a las buenas prácticas de muchos municipios que durante la pandemia han dado continuidad a los programas de protección de infancia de forma adaptada para respetar las medidas sanitarias. Y también a las pautas que ya ofrecimos en nuestro cuaderno de acción local para crear entornos protectores cuyo objetivo era el mismo: que los gobiernos autonómicos y locales ofrezcan entornos protectores de cuidado y recreación que promuevan el pleno desarrollo en el contexto de pandemia del COVID-19.
Materiales de interés:
- Guía “La promoción de entornos seguros y protectores en Aldeas Infantiles SOS en América Latina y el Caribe” de Pepa Horno
- Cuadernos para la acción local. Medidas para la creación de entornos protectores de cuidado y recreación para la infancia y adolescencia en el post-confinamiento
- “El acogimiento como oportunidad de vida”
- La participación de niños, niñas y adolescentes debe continuar. Guía de UNICEF España
- “Los municipios ante la violencia entre niños, niñas y adolescentes”, guía de actuación para los municipios de UNICEF España
- Materiales de la campaña “El abuso sexual infantil queda fuera de juego” #abusofueradejuego elaborados para el Consejo Superior de Deportes y la Fundación Deporte Joven
- Investigación y guía de buenas prácticas sobre acogimiento familiar y residencial elaboradas para UNICEF España