Adaptando las ciudades al verano: así se construye un “refugio climático” comunitario

07/06/2023 | Buenas prácticas, Ciudades y niños, Medioambiente, Participación Infantil, Planificación urbana, Previas, Urbanismo

huerto calor

Intervención comunitaria en un huerto en el barrio de Usera (Madrid). Diana Moreno

 

  • Las ciudades deben estar preparadas para ofrecer una respuesta a los desafíos climáticos, como los aumentos de temperaturas en verano
  • Aspectos como las grandes superficies asfaltadas, el tráfico, la contaminación y la ausencia de zonas verdes contribuyen al aumento de las temperaturas
  • Conocemos una iniciativa de diseño de un espacio comunitario para adaptarlo al calor en el barrio madrileño de Usera

 

Para alguien nacido en 2020, la posibilidad de experimentar olas de calor se multiplica por 6,8 respecto a los nacidos en 1960. En las ciudades, las altas temperaturas son una de las principales causas de mortalidad relacionada con el clima.

En España hasta un 81% de la población vive en zonas urbanas, una tendencia que va al alza a nivel global; por eso, las ciudades deben estar preparadas para ofrecer una respuesta a los desafíos climáticos como los aumentos de temperaturas en verano.

Por desgracia, el propio diseño urbano suele dificultar la tarea: aspectos como las grandes superficies asfaltadas, el tráfico, la contaminación y la ausencia de zonas verdes contribuyen al aumento de las temperaturas y la creación de islas de calor (temperaturas más altas debido a la densidad de edificios y carreteras y la falta de espacios verdes).

 

Así son las ciudades resilientes al calor

 

Para adaptar una gran ciudad a estos desafíos, el propio diseño urbano puede ser un importante aliado. Y la escala local está adquiriendo cada vez mayor protagonismo, como destaca la Guía local para la adaptación al cambio climático del Ministerio de Transición Ecológica:

“Frente a la importancia de la escena global a la hora de plantear una respuesta internacional efectiva en el plano de la mitigación, las acciones e iniciativas de adaptación han de ser implementadas a nivel local o regional, pues los impactos y la vulnerabilidad son específicos de cada región”.

La guía añade que “el nivel local, pueblos, ciudades, administraciones municipales, son reconocidos como ámbito clave para actuar frente a los efectos del cambio climático, pues es donde se harán más evidentes sus consecuencias”.

Además, “es donde se despliegan las políticas más cercanas al territorio y los ciudadanos, vinculadas de forma directa a los desafíos que nos ocupan”.

 

A través del diseño urbano podemos generar unas condiciones que nos permitan sobrellevar mejor las altas temperaturas y las olas de calor que cada año son más frecuentes. Existen algunos elementos que pueden incorporarse a las ciudades y que ayudan a combatir el calor:

  • Introducir la naturaleza en el entorno urbano.
  • Espacios en sombra en las horas centrales del día.
  • Espacios que generen canales de viento para las brisas.
  • Espacios con fuentes y láminas de agua.

 

Diseño urbano contra el calor: el ejemplo de un huerto comunitario

 

A pequeña escala, las iniciativas colaborativas para adaptar espacios comunes, atendiendo a las necesidades e intereses de los propios vecinos, suponen experiencias cruciales para enfrentarse a los desafíos climáticos desde lo urbano.

Un ejemplo lo encontramos en el madrileño barrio del Zofio (Usera), donde vecinos y vecinas, incluyendo la gente joven, han realizado una intervención participativa para atenuar el calor en el Huerto Comunitario San Juan de Ávila, vinculado a la parroquia. La acción, que busca convertir el espacio en un lugar de encuentro también en la época estival, la apoyaron los colectivos Cooltorise, Basurama, el Barrio más Joven y la Asociación Vecinal Barrio Zofío.

“Cuando trabajamos con jóvenes normalmente hacemos actividades que se fundamenten en sus propios intereses y necesidades. Ellos y ellas otros años ya habían trabajado en el espacio”, dicen desde El Barrio Más Joven de Zofio.

La idea del proyecto, añaden, es reactivar un espacio que ahora se está usando menos, para usarlo en verano, haciendo encuentros o actividades como teatro.

Para ello, desde su entidad pusieron en contacto a todos los agentes que colaboran o trabajan alrededor de este huerto, como el grupo de consumo, la asociación vecinal, el grupo de medioambiente o la asociación juvenil de la Parroquia. También, el colectivo Basurama, que ya trabajó en ese espacio construyendo una gran U de asientos de madera en el terreno, mediante talleres con chicos y chicas.

 

Un proceso participativo

 

El proyecto, que aborda el concepto de la pobreza energética en verano, busca darle un significado a un espacio en términos de sostenibilidad. Y lo han hecho de forma participativa e incluyendo a los niños, niñas y adolescentes del barrio.

En una primera sesión de diagnóstico, ellos y ellas dieron sus ideas y contaron cómo les gustaría que fuera el huerto.

 

 

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En una segunda sesión, de co-diseño, se invitó de nuevo a los vecinos y vecinas para aterrizar estas ideas, tratando de no alejarse del presupuesto disponible.

“La idea es que sea un refugio climático en verano”, dijo uno de los participantes durante la sesión.

Para ello, hubo una lluvia de ideas sobre cómo incluir en el diseño del espacio todos los elementos posibles para aclimatarlo al verano, trabajando en torno a la U de madera (el lugar donde se junta la gente). Se propuso introducir elementos vegetales como árboles o enredaderas, así como agua y sombreado. Se barajaron ideas como crear canalillos para que el agua llegue del huerto, reciclar aguas pluviales, etc. Surgió la idea de incorporar difusores. En cuanto al sombreado, se valoró introducir lonas que puedan recogerse, incluyendo anclajes. Una vecina propuso pintar el mural de blanco: eso haría que la incidencia del sol fuera menor. Finalmente, se pensó en qué vegetación plantar en ese terreno, que no requiera de demasiada agua: moreras, enredaderas, plantas que arrojen mucha sombra, etc.

 

 

Por fin, durante el mes de mayo, se llevaron a cabo varias jornadas de intervención comunitaria. En estas jornadas se invitó a los vecinos y vecinas a participar, y se instalaron las lonas, se plantaron árboles y arbustos, se colocó el cableado que sostendrá las enredaderas y se instalaron dos difusores de agua.

 

 

Al mismo tiempo que ofrecen un refugio contra las altas temperaturas en verano, este tipo de iniciativas sirven para algo más: contribuyen a crear espacios de encuentro.

“La ciudad es un espacio de relaciones y conexiones, intergeneracional y comunitario”, dice la profesora Elisa Brey. “Y el urbanismo puede suponer un impacto decisivo en las relaciones”. De ese modo, la cocreación de espacios públicos, de forma participativa e incluyendo a la infancia y adolescencia, ayuda a que los vecinos se apropien de sus espacios públicos y a fortalecer los lazos comunitarios de nuestros barrios y ciudades.

 

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