- Uno de cada cuatro niños o niñas que han sufrido aislamiento por COVID-19 presenta síntomas depresivos y/o de ansiedad
- El impacto que la pandemia y el confinamiento podrían tener en la salud mental de la infancia y adolescencia ha evidenciado la necesidad de ofrecer a este colectivo la atención específica que precisa
- En la desescalada puede darse el temor a salir a la calle, el estrés ante problemas socioeconómicos familiares o los temores asociados a la vuelta al colegio
La crisis sanitaria y las medidas para paliarla han afectado drásticamente a las vidas de miles de personas y, aunque la salud física ha sido la preocupación principal, hay que valorar el impacto psicológico en la población. Medidas como la cuarentena, el distanciamiento físico o el aislamiento pueden tener un impacto a largo plazo en la salud mental, principalmente en niños, niñas y adolescentes. Para , secretario general de Naciones Unidas, el bienestar psicológico tiene que ocupar un lugar central en las políticas de respuesta de la crisis de la COVID-19: “Si no actuamos pronto, podríamos tener que afrontar también una seria crisis de salud mental”, ha advertido.
En España, donde las restricciones de movimiento impuestas han sido particularmente rígidas, la pandemia ha puesto de manifiesto, con claridad, las limitaciones de nuestros sistemas de protección social y sanitario: el país se encuentra a la cola europea en gasto total en salud mental. Aunque todavía existen dudas sobre cuál será la afectación psicológica de niños, niñas y adolescentes en el corto, medio y largo plazo, ya se manejan algunos datos: uno de cada cuatro niños que han sufrido aislamiento por COVID-19 presenta síntomas depresivos y/o de ansiedad, según expertos en Psiquiatría y Psicología Clínica.
Por todo ello, es muy importante actuar de forma urgente en los ámbitos de promoción y prevención, así como en la detección de las necesidades que hayan podido surgir o que se hayan agravado para garantizar el derecho a la salud mental de niños, niñas y adolescentes. Desde UNICEF España hemos publicado el informe Salud mental e infancia en el escenario de la COVID-19 para conocer cómo ha afectado esta crisis a la infancia y adolescencia y compartir nuestras recomendaciones para paliar los daños. Entre ellas, la adopción de una Estrategia Nacional de Salud Mental que garantice una atención especial a las necesidades y derechos específicos de los niños y adolescentes en cuestión de bienestar y salud mental.
La respuesta psicológica a la COVID-19
Durante una epidemia, es común que las personas se sientan estresadas y preocupadas. Entre las respuestas psicológicas más habituales se encuentran el miedo a enfermar o a la pérdida de seres queridos, así como los sentimientos de aburrimiento, tristeza y soledad debido al confinamiento. “Al principio era un poco extraño, no sabías cómo iba a ser la cosa, cómo íbamos a hacer los deberes, cómo íbamos a sobrevivir en casa”, cuenta Anuar, de Baleares, sobre la incertidumbre inicial ante el confinamiento. Añade que para él fue habitual el sentimiento de miedo y cree que estas circunstancias han afectado de forma diferente a los adultos que a los chicos y chicas: “Nosotros somos más sociables, salimos más, queremos estar con los amigos, hacemos miles de actividades… y esto ha cambiado radicalmente”.
Rober, de Asturias, está de acuerdo en que lo más difícil emocionalmente ha sido la ruptura de la rutina: “De repente de un día a otro hubo que quedarse en casa. Eso ha afectado mucho a la gente, el parar con todo y de repente no saber qué hacer, porque es muy difícil crear una nueva rutina cuando estás entre cuatro paredes”. Añade que fue un cambio muy brusco: “Un poco de shock hay. Yo entiendo que habrá gente que esto le haya podido venir bien, el parar, respirar y descansar un poco; a otra gente le vendrá fatal, lo que necesita es moverse, estar fuera, salir, hacer deporte y ahora no puede”.
La escuela desde casa y el apoyo de profesores
Dentro del cambio de rutina, para niños, niñas y adolescentes la mayor fuente de angustia ha radicado en el cambio drástico de paradigma educativo, adaptarse a la escuela en casa debido a la imposibilidad de dar clases presenciales. Estas clases online han tenido sus pros y contras, pero la falta de fechas de exámenes o de regreso a clase y los cambios constantes han supuesto una gran incertidumbre para ellos.
A Lara, de Canarias, la cuarentena le pilló preparándose la EBAU (acceso a la Universidad) en un curso ya de por sí estresante: “En mi caso la tarea ha sido tan masiva que muchas veces me he tenido que quedar hasta de madrugada para poder acabarla toda. Ha habido dos meses que tenía el horario cambiado, se me ha alterado el sueño”, señala. Cree que muchos de sus compañeros se han sentido igual. “Entiendo que al principio todos los estábamos adaptando, quedaba poco para el final de curso y los profesores también estaban estresados. Quizá no era la manera de dar todo el temario en 15 días porque estresan a todo el alumnado. Todos nos hemos dado cuenta de que está siendo complicado”.
Señala que el apoyo recibido por parte de los profesores en estas circunstancias ha sido irregular: algunos han prestado ayuda, otros menos. También, que se le hizo cuesta arriba no poder ver a su familia y amigos: “En mi caso, era el último año que íbamos a estar juntos (2º de Bachillerato), y querer pasar los últimos meses con ellos y no poder… Es un proceso de duelo, es una pérdida más. Cada persona lo habrá podido llevar como pueda con sus circunstancias”.
Los enigmas de la desescalada y post-confinamiento
La desescalada y la vuelta a la nueva normalidad suponen un momento de reencuentros con personas y con la rutina, pero también van de la mano de muchos interrogantes y miedos. Durante este proceso no hay que perder de vista los síntomas de niños, niñas y adolescentes, ya que según el estudio puede darse el temor a salir de nuevo a la calle y añadirse otros factores estresantes. “A los problemas socioeconómicos de muchas familias se unirán nuevos problemas asociados a la vuelta al colegio (cambio de rutinas, dificultades para seguir el nuevo programa de estudios, etc.), así como fobias a salir o a relacionarse con personas fuera del entorno familiar”, dice Azucena Díez, presidenta de la Sociedad de Psiquiatría Infantil de la Asociación Española de Pediatría (AEP), que prevé un posible aumento de la demanda de servicios de salud mental y apoyo psicosocial de la infancia y adolescencia después del verano.
“Algunos nos hemos acostumbrado a estar en casa y nos estamos aislando pese a poder salir”, reconoce Marta, de Asturias. Cree que una forma de mejorar la situación actual de la infancia y adolescencia es que las actividades de verano no se interrumpan: “Encuentro un parón general cuando antes había muchas actividades que hacer, yo me siento en la nada”, dice. “Todos nos estamos quedando sin actividades. Pienso que habrá más gente como yo, y una buena idea sería proponer diferentes iniciativas, poder realizar eventos de manera colectiva. Tratar de poder seguir haciendo todas esas actividades, un poco de ayuda para que esa nueva normalidad no cambie tanto”.
Como aspecto positivo, el informe también destaca que los niños, niñas y adolescentes tienen una alta capacidad de resiliencia para superar acontecimientos estresantes y traumáticos. Para ello, no obstante, es crucial que cuenten con las herramientas adecuadas, la creación de un entorno familiar y educativo protector y el fortalecimiento de las redes de salud mental y de apoyo psicosocial, de modo que la protección de la salud mental de la infancia y adolescencia se convierta en una prioridad.