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Para desarrollarse plenamente, los niños y niñas necesitan liberarse de restricciones del juego. Jugando desarrollan la imaginación, la curiosidad, la sociabilidad y muchas otras aptitudes que los transformarán en futuros adultos. Sin embargo, algunos estudios han confirmado que esta práctica, que parecía indisociable de la infancia, está en peligro: el juego ha disminuido en todos los grupos de edad durante las últimas décadas. 

Los propios padres se han dado cuenta de que sus hijos juegan menos de lo que lo hacían ellos: de hecho, los niños y niñas pasan jugando la mitad de tiempo que sus progenitores. En las sociedades modernas se está produciendo una pérdida progresiva de espacio y tiempo otorgados al juego infantil, según estudios.

¿Por qué se juega menos?

De acuerdo con el artículo publicado en The Conversation, existen muchas razones por las que los investigadores califican el juego infantil como “en peligro” y “extinto”. Entre ellas:

  • Un mayor uso de dispositivos electrónicos por parte de los niños, niñas y adolescentes.
  • El hecho de que más de la mitad de la población mundial vive en ciudades. Los entornos urbanos tienden a disminuir las oportunidades de juego con espacios menos abiertos y naturales para juegos al aire libre.
  • Una baja conciencia de la importancia del juego.
  • Más presión sobre los niños y niñas para que les vaya bien en clase, que realicen actividades extracurriculares, etc.
  • Más restricciones para jugar: los padres y madres quieren proteger a sus hijos de los extraños, el tráfico, la polución o el acoso al que pueden verse expuestos al estar en la calle. 

Razones para proteger el juego

Reconocido como un derecho básico de la infancia por la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño, el juego mejora el aprendizaje y el desarrollo social y físico. 

El derecho al juego se define en el artículo 31 de la Convención sobre los derechos del Niño: “Los Estados Partes reconocen el derecho del niño y la niña al descanso y al esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad y a participar libremente en la vida cultural y en las artes.”

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Proporcionar una variedad de opciones de juego, un mejor acceso al juego y menos restricciones puede alentar a los niños a participar en actividades físicas con compañeros en línea con su imaginación. Especialmente importantes son el juego al aire libre y el juego en la naturaleza, como un contrapeso a la saturación tecnológica de los niños. 

 

 

 

Cómo pueden ayudar las escuelas

La escuela es el mejor lugar para que los niños den rienda suelta a su derecho al juego: los niños y niñas pasan en la escuela primaria alrededor de 30 horas por semana en la escuela y tienen más de 4.000 horas de recreo. 

El artículo explica cómo tres escuelas del Reino Unido han mejorado los patios de recreo a través de materiales de juego y paisajes naturales, así como los proyectos de varios patios escolares australianos.

Dentro de Ciudades Amigas de la Infancia existen proyectos en distintos países para crear ciudades que incentiven a los niños y niñas a jugar: desde un decálogo con las diez claves que debe tener una ciudad jugable en términos de urbanismo hasta el test como el “test del helado” para medir el nivel de amabilidad de un área respecto a las necesidades de la infancia. En España también se da importancia al juego infantil, y por ello existen iniciativas para apostar por el juego respetuoso con la convivencia o por la creación de patios escolares más igualitarios e inclusivos, donde no se discrimine por género.

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