¿Por qué todos los niños y niñas deberían ir andando al colegio?

27/05/2021 | Ciudades inclusivas, Ciudades y niños, Planificación urbana, Previas, Urbanismo

Caminando al colegio

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La imagen de niños y niñas jugando sentados sería difícil de imaginar hace unos años; hoy es la más habitual. El sedentarismo infantil y el bajo nivel de actividad física se han convertido en problemas cada vez más habituales en la infancia y adolescencia, y la pandemia y las restricciones de movimientos no han hecho más que empeorar esta situación.

La Organización Mundial de la Salud recomienda a los niños, niñas y jóvenes de 5 a 17 años que inviertan como mínimo 60 minutos diarios en actividades físicas de intensidad moderada a vigorosa. Sin embargo, el 70% de las chicas y el 56% de los chicos incumplen estas recomendaciones tan básicas, según datos anteriores a la crisis sanitaria. Y esta inactividad puede suponer un factor de riesgo de enfermedades crónicas y contribuir al incremento de problemas muy graves, como la obesidad infantil.

La solución está más cerca de lo que parece: basta con pequeños gestos en el día a día, como aprovechar el momento en el que los niños y niñas se desplazan de casa al colegio y del colegio a casa. Ir caminando, en bicicleta o monopatín al centro educativo de forma diaria contribuye a mejorar la condición física de los alumnos. Sin embargo, cada vez son menos los niños y niñas que van andando al colegio: en países desarrollados las cifras cayeron del 43% en 1969 al 13% en 2001.

 

Caminar al colegio como parte de la solución

 

Si todos los niños y niñas pudieran ir a pie al colegio no solo disminuiría el tráfico y se vería beneficiado el medioambiente: este hábito tiene más aspectos positivos de los que imaginamos. En un informe del Comité de Salud Medioambiental de la Asociación Española de Pediatría (AEP), que recoge las evidencias científicas para fomentar el transporte activo al colegio como estrategia educativa y comunitaria, se muestran los beneficios que tiene ir caminando al colegio en los propios alumnos:

Por un lado, los niños que van al colegio andando o en bicicleta incrementan el nivel de actividad física y cardiovascular, con todo lo que ello conlleva: disminuye el sedentarismo y contribuye por tanto a prevenir y disminuir la obesidad infanto-juvenil, así como otros problemas y enfermedades asociados a la falta de actividad física.

Pero, además, van más allá de los beneficios físicos: caminar o ir en bici o autobús al colegio incrementa la motivación y el sentido de pertenencia al grupo, sobre todo cuando hay actividades organizadas en el trayecto. Además, mejora aspectos cruciales en la infancia, como la autoestima y el estado emocional, disminuyendo el riesgo de depresión y ansiedad; la actividad física mejora también la calidad de vida, el rendimiento cognitivo y los resultados académicos. Ir caminando al colegio también permite mejorar las habilidades y razonamiento espacial de los niños y niñas, ya que ofrece posibilidades de explorar el entorno y jugar en un espacio abierto. Y, finalmente, el trayecto no motorizado mejora también las relaciones sociales, el comportamiento y el nivel de participación.

Finalmente, que un niño o niña sea capaz de ir caminando a su escuela potencia su autonomía, como ya dijo Francesco Tonucci en La ciudad de los niños: “El primer paso para devolver la autonomía a los niños es pedir que vayan a la escuela y vuelvan a casa sin ser acompañados por las personas adultas”.

 

¿Cómo incentivar esta práctica en las ciudades?

 

A veces, son las ciudades las que influyen en la forma en que nos movemos más que los hábitos personales. Como señala el informe de la AEP, “el comportamiento de caminar al colegio está muy influido por factores geográficos y culturales, y la distancia al colegio o instituto es una barrera principal. El diseño urbano y la percepción que la comunidad también son factores a tener en cuenta”.

La forma del municipio o ciudad afecta a la posibilidad del alumno de ir caminando o en bicicleta a su centro educativo. En comunidades rurales, por ejemplo, es más fácil que en las grandes ciudades debido a las menores distancias, pero también al diseño urbano. Algunos factores asociados a la forma de desplazamiento al colegio son la distancia a las escuelas (cuanto más lejos viven los niños y niñas de su colegio, menos probable es que se desplacen activamente al colegio), la densidad de población, la densidad de construcción y edificación, el uso del sueño, la seguridad del barrio, etc.

La propias ciudades o núcleos urbanos pueden dificultar que los niños y niñas tengan la autonomía para desplazarse al colegio caminando: así sucede cuando los caminos escolares o los entornos de los colegios no son seguros o hay problemas de tráfico, polución o ruido.

Una ‘Revuelta Escolar’ pide calles abiertas y seguras en los colegios

Desde Ciudades Amigas de la Infancia nos unimos a la propuesta para convertir los entornos escolares en lugares seguros, con propuestas urbanísticas dirigidas a las administraciones públicas. También el informe de la AEP propone medidas para incentivar esta práctica en las zonas urbanas, entre las que están incluir guardias municipales de cruces, incrementar el número de aparcabicis o desarrollar programas o materiales promocionales.

Una de las medidas clave es el establecimiento de rutas seguras para ir al colegio, desde el programa Safe Routes to School (Estados Unidos) para promocionar los niveles de actividad física a través de políticas activas que incluyen mejoras en urbanismo y educación peatonal, hasta los numerosos proyectos de creación de caminos escolares seguros que han tenido lugar en España.

La Red de Ciudades que Caminan ha llevado a cabo la campaña “Al cole andando”, que trata de responder a la demanda de varios municipios que solicitaron pautas para impulsar en los colegios la costumbre de ir a pie al menos cuando el traslado no supera el kilómetro y medio.

Más recientemente, Castilla-La Mancha ha financiado el proyecto de investigación ‘PACO y PACA’ (Pedalea y Anda al Cole, Pedalea y Anda a Casa), para fomentar la actividad física en los desplazamientos a centros educativos. El proyecto, desarrollando el grupo de investigación en Promoción de la Actividad Física para la Salud (PAFS) de la Facultad de Ciencias del Deporte de la Universidad de Castilla-La Mancha, busca promover la actividad física y el desplazamiento activo integrándolo en el estilo de vida adolescente, así como incentivar que los jóvenes aprovechen su camino al cole para divertirse mientras hacen ejercicio.

 

Cambiar los hábitos, cambiar el diseño urbano

 

El proyecto PACO y PACA busca analizar el modo de desplazamiento al centro educativo en población adolescente de Castilla-La Mancha y cómo el entorno influye en este desplazamiento, para finalmente diseñar e implementar una intervención para la promoción del desplazamiento activo al centro educativo, utilizando guías y orientaciones prácticas para diseñar rutas sostenibles y seguras, así como el uso de aplicaciones móviles ad hoc del proyecto. “La promoción de los desplazamientos activos se enfoca desde una perspectiva saludable, ecológica, sostenible e integradora para todos los escolares”, ha señalado Ricardo Cuevas, director general de Universidades.

Pero también trabajan a nivel nacional, donde tratan de identificar las variables psico-sociológicas y del entorno físico que influyen en la elección de tipo de transporte al centro educativo, en los estudiantes de adolescentes de centro educativos de 3º de la ESO de las ciudades de Toledo, Granada, Valencia y Sevilla.

Finalmente, el proyecto también analiza aspectos en torno a la planificación urbana de los pueblos y ciudades de la región de cara a facilitar a los escolares y a los ciudadanos esos desplazamientos activos. “El estado de alarma y el confinamiento nos han recordado que las mejoras en términos de salud y los avances en el diseño de las ciudades han ido históricamente de la mano. En estos tiempos inciertos, el parámetro de la salud reconquista la planificación urbana, facilitándonos una oportunidad que no podemos desaprovechar para que la sostenibilidad y el bienestar físico y social alcancen la primacía que les corresponde”, explican en la web.

Si bien es lógico que el diseño de las ciudades se adapte a los grandes desafíos actuales, como la pandemia, también lo es considerar que la planificación urbana debe ir adecuándose al bienestar de los ciudadanos. Y en esa transformación debemos recordar que una ciudad en la que un niño o niña puede ir caminando a la escuela con seguridad nos beneficia al resto, porque las ciudades que son seguras para la infancia son seguras para todos y todas.

 

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