Todos los jóvenes tienen el derecho a no ser discriminados; sin embargo, la infancia y juventud LGTBI sigue en el punto de mira del acoso escolar. Ya en 2015 conocíamos que el 60% del alumnado ha sido testigo de agresiones motivadas por la orientación sexual según el estudio “LGTBI-fobia en las Aulas” de COGAM, y los datos más recientes indican que el panorama no mejora: un muestreo del colectivo Colega en colegios almerienses de 2019 con alumnos de entre 12 y 18 años demostró que el 51,13% de ellos había presenciado algún tipo de LGTBIfobia. Pero la discriminación no se reduce al ámbito físico: Casi un 60% del alumnado fue testigo de ciberacoso hacia estudiantes del colectivo LGTBI o que son percibidos como tales, según un estudio de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales, según datos de FELGTB de 2018.
“Cuando hablamos de esta realidad en la actualidad, o referida a la discriminación que se ejerce entre los más jóvenes por orientación sexual y/o identidad de género, tendemos a creer que no existe ya o que no es tan intensa como en el pasado. Nada más alejado de la realidad”, dice Isidro García Nieto, trabajador social y sexólogo especializado en la atención de personas LGTBI y sus familias. “A lo largo de mi experiencia he podido constatar que esta creencia es falsa y, además, así nos lo indican los últimos estudios que sobre esta situación se han realizado”.
Sus palabras están incluidas en el informe “Los niños y las niñas de la brecha digital en España”, publicado por UNICEF, que aborda la forma en que las nuevas tecnologías pueden discriminar a los niños, niñas y adolescentes más vulnerables, entre los cuales se encuentra el colectivo LGTBI.
Nuevas tecnologías: sus luces y sombras frente a la juventud LGBTI
El mundo online, las redes sociales y las aplicaciones de comunicación telefónica suponen nuevas oportunidades de sociabilización para jóvenes y adolescentes, en concreto aquéllos LGTBI que pueden encontrar gente afín y referentes positivos, así como gran cantidad de información libre de LGTBIfobia.
En el mundo digital, aseguran los autores del informe, “las voces de los niños y niñas se oyen más alto que nunca“, y el acceso a internet “es una herramienta para impulsar los derechos de los niños, así como la educación digital“. Es preciso “comprender el contexto de las diferentes experiencias digitales de los niños y proporcionarles el apoyo adecuado”, afirma el estudio.
Pero las nuevas tecnologías también tienen aspectos negativos: facilitan el discurso del odio y las formas de violencia y bullying tradicionales. Los jóvenes LGTBI son especialmente sensibles al discurso del odio y al ciberacoso por su orientación y/o identidad de género, y muchos sufren este acoso por parte de sus compañeros a través de comentarios recibidos en su móvil o en redes. El ciberacoso es un fenómeno que va de la mano de estas nuevas tecnologías y que suele suponer una vía adicional al acoso escolar que tiende a aumentar con la edad.
“La infancia que sufre comentarios LGTBIfóbicos los recibe a través del móvil o las redes sociales“, explica García Nieto en el informe. “En este espacio virtual se ha identificado que la violencia LGTBIfóbica se está ejerciendo de forma habitual y en la mayoría de los casos, sin limitación ni sanción alguna”. Esta realidad, opina, es alarmante, sobre todo cuando tenemos en cuenta que el alumnado manifiesta que una gran parte del profesorado no sabe qué hacer ante esta situación o que sus profesores no hacen nada.
Mientras que el acoso escolar es un problema que hay que combatir en común, ¿cómo abordar los retos que suponen las nuevas tecnologías? Según el estudio, es preciso dar herramientas a los jóvenes: se deben reforzar las habilidades de los niños y niñas a fin de que sepan identificar las amenazas y superarlas. Pero, además, es preciso impulsar un nuevo marco normativo y mejorar la coordinación de todos los actores implicados: padres, educadores, empresas e instituciones públicas.
“Esta debería ser una labor común”, opina García Nieto. “Como sociedad, nuestro deber es actuar en conjunto en contra de este fenómeno que discrimina a las personas únicamente por ser diversas respecto a su orientación sexual y/o de género, y que pone en riesgo la salud física y mental de nuestra juventud. Una labor que pasa por sensibilizar tanto en los centros educativos como al resto de la sociedad de que esta conducta es totalmente inadmisible”.