“Cuando toco el piano, me olvido de la guerra”. Los conflictos del mundo a través de los ojos de los niños

21/03/2022 | Derechos de la Infancia, Emergencia en Ucrania, Migrantes no acompañados, Previas, Protección, UNICEF

  • La atención puesta sobre Ucrania no debe hacernos olvidar que existen millones de niños y niñas desplazados por conflictos en todo el mundo
  • Estas son algunas de sus historias contadas por ellos mismos

 

Cada segundo, un niño o niña ucraniano se convierte en refugiado, tal como ha dicho en un comunicado James Elder, portavoz de UNICEF. Desde el comienzo de la guerra de Ucrania, todas las miradas están puestas en la que podría convertirse en la mayor crisis de refugiados en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.

Para la infancia, los conflictos armados y los desplazamientos aumentan los riesgos de todas las formas de violencia sexual, incluida la trata de personas, según han dicho varios expertos de la ONU, que han recordado que ampliar y garantizar el acceso a la protección internacional, el reasentamiento, las visas humanitarias y la reunificación familiar reducirá los riesgos de trata.

Sin embargo, la atención puesta sobre Ucrania no debe hacernos olvidar que existen otros conflictos activos en todo el mundo. Desde Siria a Yemen, de Palestina a Sudán del Sur, de Etiopía a Myanmar… Millones de niños y niñas se ven obligados a dejar sus casas por motivos similares, y con consecuencias igualmente devastadoras para todos ellos.

Aquí recopilarmos los testimonios de varios niños y niñas desplazados por conflictos, obtenidos gracias al trabajo que realizan en estas emergencias nuestros compañeros de UNICEF en esos países.

 

Maksym (Ucrania)

 

Refugiados

Aleksey Filippov / UNICEF

 

En marzo de 2022, Maksym y su familia se refugiaron durante unos días en el Teatro Académico de Lviv mientras viajaban a Estonia tras huir de Avdiivka, en el este de Ucrania, debido al conflicto.

El niño, de nueve años, no sabe cuándo regresará a su hogar y volverá a ver a su padre. Pero durante los días refugiado en el auditorio del teatro con otras familias pudo continuar sus estudios musicales y practicar con el piano.

“Cuando toco el piano, me olvido de la guerra”, dice Maksym.

“Es triste y muy inusual pasar las noches en el suelo en este ambiente creativo”, dice la madre de Maksym, Daryna. Su hijo tiene un sueño de un futuro en paz: “Quiero volver a este teatro como espectador para ver una obra aquí”.

 

Hala (Siria)

 

Refugiados

Mary Gelman / VII Photo / UNICEF

 

Hala, de 15 años, enseña a su hermana de nueve años cómo usar una tablet facilitada por UNICEF para continuar con su educación online durante la pandemia. En abril de 2021 las dos vivían en en el campo de refugiados de Za’atari en Jordania.

“La COVID-19 impuso nuevas realidades desafiantes, incluidas nuestras experiencias de aprendizaje. De repente, tuvimos que depender completamente de los métodos digitales para asistir a la escuela a distancia”, explica Hala.

“Mi idea es poder usar la capacitación digital que aprendí en Jordania para inventar algo que pueda ayudar a las personas”, dice. “Quería aprender nuevas técnicas en el manejo de plataformas digitales ya que el currículo nacional de mi escuela no se enfoca en la capacitación práctica”.

Hala quiere seguir siendo un ejemplo y apoyo para los demás. “Cuando tenga la oportunidad de obtener la educación de calidad a la que aspiro, tendré más poder y seguridad para lanzar mis propios proyectos de capacitación dirigidos a mujeres y niños de mi comunidad”.

 

Hannatou (Nigeria)

 

Refugiados

Juan Haro / UNICEF

 

“En Nigeria, la vida era buena. Iba a la escuela coránica y ayudaba a mi madre en casa. Pero nuestro pueblo fue atacado por grupos armados y tuvimos que huir a Níger”, cuenta Hannatou, de 14 años.

“Al menos aquí podemos dormir en paz y jugar con otras niñas del pueblo”.

Hannatou es una niña refugiada que ha sido integrada con una familia de acogida en un pueblo de Maradi, cerca de la frontera entre Níger y Nigeria. La creciente violencia e inseguridad amenazan el cuidado y la protección de 2,3 millones de niños que necesitan asistencia de protección en 2020, en la región del Sahel Central.

Ella se siente optimista para comenzar esta nueva etapa de su vida.

 

Lu Aung (Myanmar)

 

Minzayar Oo – UNICEF

 

Lu Aung, de nueve años, es una niña refugiada de la etnia kachin. Le gusta ayudar a su madre en el taller de tejido del campamento de desplazados internos de Waingmaw, en las afueras de Myitkyina (Myanmar). La niña tiene mucho interés en aprender, y ayuda a su madre a hacer un longgyi, una prenda tradicional.

“Algún día, quiero hacer mi propio longgyi y llevarlo puesto”, dice Lu Aung.

Su madre preferiría que se centrara en los estudios, pero Lu Aung no puede volver a la escuela debido al retraso de la temporada escolar y el confinamiento por el COVID-19.

 

Aliou (Burkina Faso)

 

Seyba Keïta / UNICEF

 

El sueño de Aliou*, de 15 años, es aprender carpintería metálica y montar su propio negocio con sus padres en su ciudad natal, en el norte de Mali.

Fue allí donde Aliou fue reclutado por grupos armados, con quienes pasó tres años. Desde el inicio de la crisis en 2012, el deterioro de la seguridad en la zona ha sido la causa de graves violaciones de los derechos de los niños y niñas por ambas partes en los conflictos, incluyendo la práctica de niños soldado.

UNICEF y sus aliados sobre el terreno, incluida la ONG Solidarité pour le Sahel (SOLISA), ayudan a los niños como Aliou a reanudar el aprendizaje en los centros de tránsito.

*Nombre cambiado por motivos de seguridad

 

Samira (Afganistán)

 

Silke Fock-Kutsch / UNICEF

 

Samira, de ocho años, visita el Centro de Aprendizaje apoyado por UNICEF en Atenas desde 2018, con sus dos hermanos. Es un espacio de seguridad para niños refugiados y migrantes de tres a 17 años repleto de cuadros, libros y juegos.

Samira huyó de Afganistán con su familia cuando los talibanes los amenazaron. Tras la travesía de Turquía a Grecia, en el campo de refugiados de Lesbos, la niña se desmayó por el humo de la hoguera que hicieron para aliviar el frío y tuvo que pasar una semana en el hospital. Samira no va al colegio. Todos los niños refugiados tienen derecho a recibir lecciones después de tres meses, “pero todas las escuelas aquí en el área ya están tan llenas”, lamenta. El mayor deseo de Samira es asistir a la escuela.

En el centro, 300 niños de 32 nacionalidades (principalmente Irak, Irán, Afganistán, Bangladesh o Siria) aprenden griego, inglés, química o ciencias naturales.

 

Ali (Yemen)

 

Alaa Noman / UNICEF

 

Ali, de 13 años, tuvo que abandonar su ciudad, Mukayras, debido al conflicto yemení y desplazarse a la de Adén. Cuenta que durante el conflicto ni él ni su familia abandonaron sus hogares, a menos que necesitaran comida. “Nos quedamos en casa y vimos los partidos por televisión cuando había electricidad. Sin embargo, cuando está apagado, salimos a jugar”, dice. “Nos quedamos dentro y fuera de la casa según la situación”.

Hoy, es estudiante en la Escuela Almimdara en Adén, en Yemen.

“Vine de casa para estudiar y jugar con mis amigos y tener un futuro brillante. También para obtener una educación”, dice Ali. “Quiero ser médico, maestro o gerente”.

 

Ibrahim (Sierra Leona / Italia)

 

Franco Paguetti / UNICEF

 

Ibrahim decidió migrar solo, siendo menor de edad. Lo hizo después de experimentar lo que describió como una situación difícil e insegura en su comunidad, en el este de Sierra Leona.

Viajó hasta Libia y, a través de traficantes, cruzó a Italia pasando días en el mar, hasta ser rescatado por un bote de rescate de una ONG. Finalmente llegó a Calabria, Italia en 2017, donde pasó 11 meses en un centro de acogida. Ahora tiene 20 años y vive con su familia adoptiva en el barrio de Ostia en Roma, Italia.

“Al principio dudaba en compartir mi historia, las cosas que sentía que guardaba dentro”, cuenta. “Pero la primera vez que tuve la oportunidad fue cuando vine a Roma y pude compartir mi historia con otros”.

Ahora Ibrahim hace entrevistas, y participa en las charlas Youth Activate de UNICEF para sensibilizar y dar recomendaciones sobre lo que se puede hacer para proteger mejor a los niños refugiados, especialmente aquellos que migran solos.

 

Yosif (Siria / Grecia)

 

Centro TAPUAT de Lesbos. Claudia Berger / UNICEF

 

Yosif no pudo ir al colegio en su país debido a las bombas. “Tenía cuatro años cuando huimos”, dice. “Nuestra casa fue destruida. No recuerdo nuestra casa. Solo recuerdo estar asustado”. Ya han pasado siete años desde que su madre y él tuvieron que correr para salvar la vida y abandonar Idlib (en Siria) para llegar a Grecia como refugiados.

En Moria, Yosif tampoco pudo tener una infancia. Un día el campo de refugiados se incendió.

“El fuego comenzó de la nada, cerca de nuestra tienda. Mi madre apenas puede caminar. La cargué todo el camino. Solo pudimos empacar algunas cosas muy rápido y luego pasamos siete días en el camino”.

Ahora, Yosif tiene 13 años y vive en el Centro TAPUAT de Lesbos. Tampoco allí asiste a la escuela y se encarga de cuidar a su madre. “Mi madre no puede moverse bien con su herida. Por eso suelo estar con ella en la tienda”. ¿Cuáles son sus deseos para el futuro? “Futbolista sería genial”, dice con cautela.

 

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