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Los jóvenes españoles han abanderado causas como el feminismo, el ecologismo o la lucha por la aceptación de la diversidad
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Al mismo tiempo sienten gran desafección hacia los partidos políticos tradicionales
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“Se exige responsabilidad y capacidad a los y las jóvenes, al tiempo que se les niega y se les aleja de los espacios en los que se toman las decisiones”
Tras la crisis financiera mundial de 2008, la más afectada fue la juventud, en muchos aspectos: perspectivas de vida, valores… y su forma de participar en política y en la sociedad. Para el investigador social Ignacio Mejías Quirós, “se perdieron una serie de derechos que no se van a recuperar: una situación complicada de asumir cuando te planteas un proyecto vital”.
Mejías es autor del estudio ‘Protagonistas y espectadores. La juventud como espejo de los cambios sociales y como motor de los mismos‘ de la Fundación SM y la Fad (Fundación de Ayuda contra la Drogadicción). Se trata de una investigación que analiza los discursos de jóvenes españoles de entre 15 y 29 años sobre diferentes cuestiones que atienden a sus valores, actitudes, modelos de vida, expectativas o compromiso individual o colectivo.
Describe a esta generación como un colectivo hiperconsumista e hiperconectado que, tras la crisis, ha asumido la quiebra del Estado del bienestar y la inseguridad, que desconfía del futuro y que se emancipa más tarde que las generaciones anteriores. La aparición de nuevas formas de ocio y de nuevas necesidades educativas son otras de sus características.
Participación social y política
Y, en cuanto a su implicación en la vida política y comunitaria, se trata de una generación que tiene más interés en la política pero al mismo tiempo más desconfianza. “Hay una enorme desafección institucional, y quieren coger en sus manos las riendas de la situación”, ha dicho durante la presentación el investigador y asesor del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la Fad, Eusebio Megías: “Estos jóvenes quieren hacer esto de forma distinta” ya que “no le valen los partidos políticos tradicionales”.
Almudena Moreno, profesora titular de la Universidad de Valladolid, ha hablado en el acto de la transición a la participación social y política y de la construcción del concepto de ciudadanía, considerándola una forma de transición: “El joven se convierte en adulto conviertiéndose también en ciudadano de pleno derecho”, ha explicado, y para ello debe verse involucrado “en los diferentes ámbitos de participación“.
Y en esto, las nuevas tecnologías tienen un papel fundamental. La disponibilidad de un mayor número de herramientas online y redes sociales ha jugado un papel enorme en el refuerzo de la participación política y el activismo de los jóvenes. Permiten canalizar también las protestas y ejercer lo que podemos llamar un “ciberactivismo”, aunque no está claro hasta qué punto ese activismo cibernético se traslada en una mayor implicación en la vida política real.
Nuevas banderas
Existen tres espacios en los que los autores del informe creen que se han producido avances y conquistas con especial protagonismo de los y las jóvenes.
En primer lugar, el de la igualdad de género y la lucha contra la discriminación por sexo y contra el machismo. El segundo sería el del ecologismo y la preocupación por el medio ambiente, conciencia que rompe con la concepción de la solidaridad de corto plazo, pues supone asumir compromisos de futuro y la pretensión de influir en lo global desde lo personal, pensando en el bien común: algo que se ha visto con el movimiento Fridays for Future y las movilizaciones masivas durante la Huelga Mundial por el Clima. La tercera lucha que los jóvenes han abanderado es la de la aceptación de la diversidad, fundamentalmente en lo que se refiere a la diversidad sexual y cultural. Circunstancias que asumen que les hace ser más tolerantes, y que proyecta sobre las actitudes individuales la carga de la culpa en relación a la ruptura de la convivencia, en una sociedad que, entienden, debe caracterizarse por la tolerancia con la diversidad.
¿Por qué han elegido estas causas? Para Mejías, hay situaciones que son insostenibles, como el cambio climático. “Son cuestiones que por un lado les sitúan frente a sus padres y abuelos”, dice. “Es una bandera de esperanza generacional, esas banderas que les identifican generacionalmente”. Cuestiones, añade, que ya están normalizadas y avances frente a los que no hay vuelta atrás.
Tomando las riendas
Para los autores del informe, la forma en que se espera que los jóvenes se comporten está llena de contradicciones: “Pretender que sean personas más maduras pero no dejar de sobreprotegerlas; quejarse por su falta de implicación y participación social pero negarles los espacios para que ello sea posible; señalar su falta de responsabilidad pero limitar sus responsabilidades al ámbito de los estudios, etc”.
“Existe una clara demanda desde los y las jóvenes para que se respete su derecho a equivocarse, a tomar decisiones y a aprender de los errores, sobre todo respecto a las cosas que afectan a su vida”, explica el informe.
Cuestión que choca con la actitud de la sociedad en su conjunto, que “genera un clima contradictorio por el que se exige responsabilidad y capacidad a los y las jóvenes, al tiempo que se les niega y se les aleja de los espacios en los que se toman las decisiones y se adquieren las responsabilidades, también respecto a las cuestiones que les afectan directamente”, según explica el informe. Desde esta perspectiva, algunas personas jóvenes hacen especial hincapié en la importancia de tomar sus propias decisiones, y por ello las equivocaciones que pueden afectar a la propia vida son causadas por uno mismo o una misma, en lugar de culpar y responsabilizar a terceras personas.