El juego en la infancia: ¿cómo favorece a la salud mental?

21/06/2022 | Crianza, Derecho al juego, Derechos de la Infancia, Salud mental

juego salud mental

Fotografía: Fabian Centeno / Unsplash

 

  • El juego permite a los niños y niñas lidiar con el estrés, fortalecer vínculos con sus padres y procesar emociones difíciles, entre otras cosas

 

Para un niño o niña, jugar no es solamente un capricho o un pasatiempo. Mientras se divierte o explora, está cumpliendo un derecho que, además, le permite aprender muchas habilidades y aptitudes que durarán toda la vida, e incluso mejorando su salud mental.

 

El juego es un derecho básico de la infancia, reconocido por la Convención sobre los Derechos del Niño. En su artículo 31 se especifica que los Estados Parte deben reconocer

«el derecho del niño y la niña al descanso y al esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad y a participar libremente en la vida cultural y en las artes».

 

¿Por qué jugar es un derecho?

Para permitir el desarrollo pleno de todos los niños, niñas y adolescentes debemos garantizar que puedan jugar. El aprendizaje en la infancia pasa por el juego, como demuestran las evidencias científicas. Mientras un niño o niña juega va aprendiendo a pensar estratégicamente, a relacionarse con los demás y, por tanto, a desarrollar aptitudes sociales.

Además, el juego permite la resolución de problemas, la expresión de ideas y es la forma en que los niños pequeños aprenden y dan sentido al mundo que los rodea. Jugando en la infancia adquirimos habilidades motoras, cognitivas, sociales y emocionales. El juego mejora el aprendizaje y el desarrollo social y físico de los más pequeños, y permite desarrollar la imaginación, la curiosidad, la sociabilidad y muchas otras aptitudes.

 

La importancia de los primeros años

 

En todo esto, los tres primeros años son cruciales: son los más importantes para el desarrollo del cerebro, como dice el pediatra y profesor en Harvard Jack Shonkoff. “La experiencia que tienen los niños pequeños y las relaciones que tienen con las personas importantes en sus vidas dan forma, literalmente, al desarrollo de su cerebro. Y esa base temprana afecta todo el aprendizaje, el comportamiento y la salud física y mental que sigue a lo largo de la vida”, apunta.

“Para los niños muy pequeños, todo el aprendizaje importante tiene lugar en el contexto del juego. El juego es exploración. Jugar es probar cosas, descubrir que cuando haces una cosa, sucede otra. Jugar es tratar de desarrollar un sentido de dominio del mundo”.

El pediatra añade que “los mejores tipos de juegos crean una sensación de seguridad emocional que permite el crecimiento”, y que por tanto en imprescindible “proporcionar un entorno que es seguro y ofrece oportunidades para el aprendizaje”.

 

Jugar es una ciencia

 

Por todo ello, UNICEF ofrece a los padres, madres y cuidadores una caja de herramientas (‘Playbox’) para aprender cómo el juego beneficia a los más pequeños. Entre sus materiales, UNICEF y la Fundación Lego ofrecen algunos ejemplos de la ciencia que existe detrás del juego:

  • Cuando está construyendo una torre, está practicando habilidades físicas: apilar objetos ayuda a comprender el movimiento y el espacio mediante la práctica de habilidades sensoriomotrices y el desarrollo de la comprensión espacial.
  • Cuando hace sonidos está desarrollando habilidades sociales, ya que los más pequeños interactúan a través de balbuceos, expresiones faciales y gestos. Responderles y establecer un “diálogo” con ellos ayuda a construir y fortalecer las conexiones neuronales en su cerebro que respaldan el desarrollo de la comunicación y las habilidades sociales.
  • Cuando juegan al escondite con objetos está desarrollando habilidades cognitivas: practican la concentración, la resolución de problemas y el pensamiento flexible, así como estrategias para superar obstáculos.
  • Cuando canta y baila, desarrolla habilidades emocionales.
  • Cuando dibuja a partir de su imaginación, está desarrollando habilidades creativas.

 

El juego y la salud mental

 

Jugar es una actividad beneficiosa no solo físicamente, sino también en lo que toca al bienestar mental del niño o niña. Por un lado, los juegos pueden ser terapéuticos. Por ejemplo, los niños y niñas han logrado desactivar la ansiedad producida por la pandemia a través de la recontextualización lúdica, la representación y la competencia lingüística. Sin embargo, con pandemia o sin ella, “el juego es una parte central de la vida de los niños y niñas: una forma de relajarse, formar vínculos, combatir el aburrimiento, explorar sentimientos y expresar pensamientos”, explican desde el Observatorio del Juego.

Pero el juego también juega un papel clave en el desarrollo de la salud mental del niño o niña, e incluso en la de los cuidadores, por varios motivos:

  • Ayuda a fortalecer el vínculo entre padres e hijos, y está sentando las bases para el desarrollo de habilidades emocionales y sociales que respaldan su salud mental y su bienestar futuro.
  • Jugar ayuda a reducir los niveles de estrés. Cuando disfrutan de momentos divertidos y ríen juntos, su cuerpo libera endorfinas que promueven una sensación de bienestar.
  • El juego ayuda a los niños y niñas a procesar emociones difíciles. Darles a los más pequeños espacio para jugar les permite trabajar con sentimientos como el dolor, el miedo o la pérdida mientras aún pueden actuar como niños y niñas: les da una manera de expresar las cosas con las que están luchando y que aún no tienen las palabras para explicar.
  • Jugar ayuda a generar confianza. Resolver problemas y encontrar soluciones creativas durante un juego o mientras trabajan en un rompecabezas les da a los niños una sensación de logro y competencia.

 

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