Ciudadanos del mundo

17/10/2016 | Previas, Write 2 Unite

Sin más Patria que la comprendida entre Puerto Real y las Alpujarras, me cuesta imaginar lo que es sentirse un extraño en tu tierra o, por lo menos, tener la sensación de que la gente que te rodea lo piensa así.

En la actualidad, este sentimiento se ha incrementado entre multitud de jóvenes que se sienten desorientados, con sentimientos encontrados sobre cuál es su lugar de pertenencia. Desde mi situación, supuestamente de “privilegio” que la sociedad me otorga por ser hijo de españoles, me es difícil hacerme a la idea de no encontrar una identidad nacional o incluso patriótica del lugar en el que he crecido. Pero, al fin y al cabo, ¿qué entendemos por identidad?, ¿sentirte parte de una comunidad?

La identidad puede abarcar multitud de aspectos. En cualquier momento podemos sentirnos apátridas en nuestra propia comunidad no sólo por razones de nacionalidad, sino también por razones religiosas, de orientación sexual, ideológicas… Cuando escribo este post no puedo dejar de pensar en las miles de personas que hoy viajan a ninguna parte buscando refugio, sabiéndose huidos de su propia patria, mientras que comienzan a soñar con una nueva que les pueda ofrecer la seguridad que han perdido. Y, sin embargo, se encuentran con nuevas naciones, las nuestras, de las cuales nos sentimos orgullosos, pero que les niegan un asilo y una identidad que anhelan, convirtiendo al refugiado en apátrida, desposeyéndole de cualquier garantía nacional.

Si pensamos en la población más vulnerable, los niños, hijos de migrantes, no nos podemos olvidar que crecen y crecerán en una tierra sin arraigo. En definitiva, sin una identidad que los constituya.

Mi experiencia con mi identidad cultural varía bastante de la de mi compañero Pablo. Yo, desde pequeño, me he criado entre dos culturas, la árabe y la española. Durante mi educación primaria, fui el único de mi clase que tenía esa condición. Ya desde esa etapa, comencé a darme cuenta de que navegaba entre dos aguas: mientras prácticamente toda mi clase iba a la asignatura de religión (católica, no había de otro tipo), dos compañeras y yo éramos los únicos que íbamos a otra clase, donde aprovechábamos para hacer deberes y para leer los libros que quisiéramos.

Desde bien pequeño notaba que me movía en un espacio muy poco habitual para principios del año 2000. No me había educado en ninguna religión en particular, pero sí tenía noción de dos de ellas, de sus historias y de sus diferentes formas de vivirlas. Hasta mis catorce años, más o menos, diría que me sentía tanto español como libanés. A pesar de que nací y me crié en España, muchos veranos los pasaba en Líbano. Y me sentía un igual en ambos países. Sin embargo, según fui creciendo y pudiendo disfrutar de intercambios en el instituto y de viajes en verano a campamentos por Europa, me di cuenta de que tenía mucho en común con otros jóvenes de mi generación.

Fue durante esos años cuando empecé a desarrollar el sentimiento de ciudadano del mundo. Muchas de las personas de los países en los que estuve pertenecían a países distintos, no europeos incluso, y pude apreciar que, en la mayoría de los casos, las diferencias con ellos eran mínimas. Personas de Albania, Colombia, Noruega, Rusia, Estonia, Zimbabwe o de la región del Congo, con las que pensaba en su momento que tendría dificultades para entenderme y que seríamos mundos opuestos, ¡qué equivocado estaba!

Considero que es importante sentirte parte de un país para poder convivir con el resto de la población residente, y también sentirse parte del resto de países para saber cómo acoger a aquellas personas que provengan de otros Estados.

Al fin y al cabo, la Tierra partió de una Pangea, de un único lugar común.

Pablo Morente Acalde (19) y Karim Hallal Peche (22) participan en la iniciativa “Write 2 Unite” de UNICEF, cuyo objetivo es fomentar un diálogo intercultural digital entre jóvenes refugiados, migrantes y locales. “Write 2 Unite” forma parte de la campaña Ante todo son niños de UNICEF —que busca resaltar que un niño es un niño, pase lo que pase— y está siendo implementado en España, Holanda y Eslovenia

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