1. Violencia contra la infancia
  2. Entender el 'bullying', primer paso para erradicarlo

 

  • Dos expertos de UNICEF España nos ayudan a profundizar en el acoso escolar, el ciberacoso y la cultura del buen trato necesaria para prevenir

 

El acoso escolar es uno de los temas que más inquieta a niños, niñas y adolescentes. La violencia entre iguales (ya sea física, psicológica o digital) plantea interrogantes constantes: por qué se produce, qué factores la hacen posible, qué impacto causa en quienes la sufren y en el grupo entero y, sobre todo, cómo puede prevenirse.

UNICEF España ha ofrecido a los miembros de su grupo asesor una sesión formativa sobre bullying impartida por dos de sus expertos en educación. En ella, los chicos y chicas pudieron compartir cómo perciben el acoso escolar, plantear algunas dudas (“¿Cómo lograr que los adolescentes se lo tomen en serio, si para algunos todo se queda en una broma?”) y aprender qué pueden hacer las víctimas para defenderse y cómo ayudarlas.

 

“No se trata solo de prevenir la violencia contra la infancia, sino de transformar la cultura que la hace posible”

 

Aridane Hernández, técnico de educación en derechos de UNICEF España, explica que para la entidad el prioritario garantizar que los centros educativos sean espacios seguros en los que se defiendan los derechos de todos los niños y niñas. Para ello, es esencial reconocer las distintas formas de “ruido” que deterioran la convivencia: la desinformación, la discriminación, la violencia física o digital, la indiferencia (que también constituye una forma de violencia), el discurso de odio y el uso inadecuado de la tecnología.

 

“Conocer nuestros derechos y tener herramientas nos hace estar más protegidos, y ayudar a que otras compañeras y compañeros se protejan”, dice Aridane Hernández

 

“No se puede convivir con el ruido”, dice. “A estos ruidos hay que identificarlos y ponerlos nombre. Los derechos de la infancia lo que buscan es bajar el volumen de esos ruidos y subir el de los derechos y buen trato”. Para eso, contamos con la Convención sobre los Derechos del Niño, un marco de protección, seguridad y convivencia. Frente al acoso escolar, “conocer nuestros derechos y tener herramientas nos hace estar más protegidos, y ayudar a que otras compañeras y compañeros se protejan”.

 

Una mirada al fenómeno del ‘bullying’

 

El acoso escolar, tal como explica Óscar Belmonte, especialista en educación de UNICEF España, no es un simple conflicto o agresión puntual, sino que consiste en un daño continuado basado en un uso abusivo del poder. Está presente en todos los centros educativos. A pesar de ello, la sociedad no siempre es consciente de la gravedad del problema, lo que Belmonte achaca a tres mecanismos sociales frecuentes: la invisibilización, la negación y la justificación. “Son procesos sociales potentes contra los que tenemos que luchar para conseguir que este fenómeno se trate de forma adecuada”, dice.

Uno de los mecanismos de justificación más comunes es el humor. Expresiones como “solo era una broma” suelen emplearse para minimizar daños. Belmonte corrige esta idea: “Una broma es hacer reír a los demás. Si la otra persona no se ríe cuando le haces una broma, si le hace daño, ya no es una broma. Los límites los pone la otra persona. Si jugamos a hacernos daño, si decimos cosas desagradables, es un juego en el que al final alguien sale dañado”.

“El bullying no solo tiene efecto para la persona que lo sufre sino para todo el grupo: deteriora la confianza que tenemos en los demás, normaliza el uso de la violencia y reduce la sensación de seguridad”

Las consecuencias del acoso escolar son profundas y duraderas. Belmonte describe un impacto emocional que incluye miedo, ansiedad, baja autoestima, dificultad para expresarse, inseguridad y dificultades para relacionarse que pueden acompañar a la persona toda la vida. No obstante, “no solo tiene efecto para la persona que lo sufre sino para todo el grupo: si nosotros consentimos que nos tratemos así, esto deteriora la confianza que tenemos en los demás, normaliza el uso de la violencia y reduce la sensación de seguridad”.

Para entender cómo actuar, el experto invita a reflexionar sobre la estructura de la violencia, que siempre incluye tres elementos: abuso de poder (basado en la fuerza física, el afecto o la autoridad), daño y una forma de ejercerlo (física, psicológica o sexual). La mayor parte del acoso escolar es psicológico. Es esencial aprender a detectar cuándo alguien está usando su poder de forma negativa antes de que se produzca el daño.

 

Ciberacoso, una forma de violencia con muchos rostros

 

El ciberbullying, o el acoso escolar ejercido mediante la tecnología, es un fenómeno relativamente reciente que ha encendido las alarmas, ya que “amplifica el daño, no tiene límites de tiempo ni espacio. El daño te persigue allá donde estés”, dice Belmonte.

Una de sus características son las diversas formas que adquiere, ya que se mueve en un contexto muy cambiante: desde el envío de mensajes ofensivos o humillantes por plataformas o redes sociales hasta expulsar a alguien de grupos online; formas como el trolling o flaming (provocar discusiones violentas o generar conflicto para desestabilizar a la víctima), el outing (revelación pública de conversaciones privadas sin consentimiento) o el happy slapping (grabar agresiones o humillaciones para compartirlas). Algunas pueden ser delito, como la suplantación de identidad, las amenazas o la difusión de información o imágenes privadas, así como el grooming o el sexting.

“El ciberbullying amplifica el daño, no tiene límites de tiempo ni espacio. El daño te persigue allá donde estés”

El experto advierte de que las personas que acosan a veces no son conscientes del daño que causan. “Con la tecnología se hace aún más invisible, es difícil ver que hay personas detrás. Es más fácil insultar a alguien a través de un chat que en persona”. Algunos datos positivos muestran que el ciberacoso está disminuyendo, algo que Belmonte achaca a que existen más herramientas para acotarlo, como la opción de bloquear, que no existe en el aula.

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Cuando ya se ha producido el daño

 

Los expertos explican cómo se interviene y apoya a las víctimas cuando en un caso de bullying, momento en que se aplica la prevención terciaria. El primer objetivo es evitar que el rendimiento académico de la víctima se vea afectado y para ello intervienen equipos de orientación especializados. También es fundamental prevenir la estigmatización, ya que las víctimas suelen sentirse avergonzadas, y obligarles a contar una y otra vez lo que les ocurre agrava el daño.

Un punto clave es mantener el vínculo socioafectivo: como explica el experto, lo más perjudicial para una víctima de acoso escolar no es el daño, sino creer que a nadie le importó. “Eso hace que sientas que no puedes confiar en nadie, que no hay gente que te quiera o te pueda ayudar”. Para trabajar este aspecto se diseñan planes de acompañamiento individualizados.

 

Lo más perjudicial para una víctima no es el daño, sino creer que a nadie le importó: “Hace que sientas que no puedes confiar en nadie”

 

¿Qué ocurre en un centro escolar cuando se detecta un caso de bullying? Aunque el acoso escolar no es un delito en sí mismo, en torno a él sí pueden cometerse delitos. Cuando un centro detecta un indicio, se comunica a la dirección, se ponen en marcha medidas de protección, se informa a las familias, se recoge información y se determina si hay o no acoso. Después se elabora un plan de intervención y se informa a la inspección educativa.

Sin embargo, estos protocolos encuentran dificultades cuando hay un clima en el que la violencia está normalizada. “Cuando intentas ver si se está produciendo o no el agresor dice que él no está haciendo bullying, las personas que están alrededor no quieren decir nada… La mayor parte de los protocolos no llegan a nada”, explica Belmonte. Cuando sí se confirma el acoso, la fiscalía puede intervenir si la familia denuncia. Si el menor es menor de 14 años, los casos se derivan a servicios sociales; si es mayor, puede entrar en el sistema penal juvenil, aunque demostrar la intención de hacer daño (el “dolo”) suele ser complicado.

 

Llegar antes que el daño creando un entorno protector

 

La prevención más efectiva se logra a través del grupo: construyendo una cultura de respeto y buen trato. Es el grupo quien establece los límites del humor, las formas de relación y lo que se considera aceptable. Pero crear este clima es una obligación legal y profesional de los centros: “Si en el colegio no establecemos esas normas, se establecerá la ley de la jungla, unas pautas de comportarse de forma violenta”, dice el experto.

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Para ello, hace falta adultos que sean conscientes y responsables, capaces de identificar la violencia y actuar. También, crear una cultura de empatía, donde no se justifique la violencia con la idea de que “solo es una broma” ni se la invisibilice, con normas claras de qué se tolera y qué no.

Finalmente, Belmonte destaca que son los niños, niñas y adolescentes los más próximos al problema y quienes mejor lo conocen; por tanto, necesitan espacios donde participar y poder expresarse cuando detectan riesgo de acoso escolar: “Hay que involucrar a la infancia y adolescencia en la solución”, dice.

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