10 ideas para cambiar el paradigma de la participación adolescente

13/04/2016 | Participación Infantil

En un mundo que avanza cada vez más motivado y empujado por el motor del emprendimiento no podemos dejar la participación de los jóvenes anclada en un modelo del pasado.

El emprendimiento y la educación emprendedora son temas que han adquirido una gran relevancia en el actual contexto de crisis socioeconómica y que están poniendo en valor prácticas y planteamientos de amplio recorrido relacionados con el impulso de la ciudadanía activa y el emprendimiento como cultura, actitud y conjunto de valores y habilidades puestas al servicio de promover una sociedad mejor.

Cuando a partir de 2013 el programa CAI empezó a aplicar el enfoque de alianzas locales por la Infancia y la Adolescencia ( ALIA) se buscaba estimular de un modo colaborativo la creatividad, el emprendimiento, la mejora continua y la innovación en las políticas de infancia y adolescencia a través del dialogo, la coordinación y la concertación de recursos entre los distintos agentes sociales.

Un diálogo que no es posible sin los protagonistas del proceso, los niños y adolescentes. A continuación proponemos 10 ideas para promover una participación adolescente basada en el emprendimiento social.

1. Cultura participativa basada en las personas.

Si un adolescente quiere mejorar o cambiar su entorno debe saber que puede hacerlo, que van a reconocer su inquietud y su compromiso, que se le va a facilitar el ejercicio de su derecho a construir lo público desde su propia iniciativa. Para promover una participación basada en derechos debemos pasar del argumento institucional del “gobernar con” al planteamiento innovador del “gobernar desde” las personas.

2. El ejemplo como catalizador personal y cívico: el mundo que queremos.

Actualmente son muchísimos los recursos disponibles que posibilitan a los chicos y chicas inquietos empatizar con situaciones que juzgan como injustas, aspirar a cambiarlas, conocer experiencias/iniciativas inspiradoras, tomar conciencia de su poder y capacidades para generar cambios positivos, así como conectar e integrar movimientos, plataformas, etc.

3. Partir de los intereses e inquietudes de los chicos/as.

Resulta clave que los proyectos sean realmente iniciativas que procedan de la propia inquietud de los chicos, resultado de un proceso de empoderamiento y reflejo de una emergente ciudadanía infantil adolescente. En este sentido, resulta preciso promover el desarrollo de una experiencia: personal, práctica y memorable. De tal manera que genere aprendizajes que resulten significativos y relevantes: desde la práctica, entre iguales, mediante un trabajo cooperativo…

4. Acompañamiento en el diagnóstico de su entorno.

Muchas veces los proyectos infantiles fallan en el diagnóstico de la realidad, parten de una visión limitada y parcial o fundamentalmente asistencialista. El rol de los adultos es clave para facilitarles herramientas para la elaboración del diagnóstico (p.ej. árbol de problemas/solución), preguntas (¡no respuestas!) desde el interés –no cuestionamiento- acerca de su planteamiento, conexiones con agentes implicados, poner en valor el entorno próximo, etc.

Otro posible enfoque es plantearles retos o desafíos. Resultan un elemento muy motivador que les pone en acción, incluyen la dimensión de juego (“gamificación”) y permiten dar respuesta a situaciones ya detectadas/ diagnosticadas previamente.

5. Lógica de proceso y de acompañamiento.

La tarea educativa para el desarrollo autónomo de los niños, de su empoderamiento y corresponsabilización social se desarrolla desde la cotidianidad y de forma transversal a lo largo del proceso de aprender emprendiendo sus propias iniciativas.

Resultará fundamental a lo largo de la iniciativa generar el espacio-tiempo que acompañe e “invite a hacer”, flexible, autónomo, no dirigido pero comprometido, con sus avances, retrocesos y altibajos, con prudencia pero sin miedos.

6. Aventurarse a innovar es abrirse a lo imprevisto.

Los planteamientos disruptivos generan inquietud en las estructuras de las organizaciones, en este caso no tener el control sobre los resultados tangibles de los proyectos, ni dirigir su desarrollo puede ser visto como un ejercicio de improvisación.

Nada más alejado de la realidad: se precisa de rigor para planificar y flexibilidad para implementar.

Se trata de generar un espacio, ejercicio y proceso de autonomía infantil-adolescente que tiene que estar plenamente reforzado con unas reglas de juego claras y compartidas desde el inicio, una planificación previa de todos los conocimientos, relaciones y recursos que desde la organización y la comunidad se pueden poner en juego y una actitud adulta proactiva, previsora y adaptativa.

7. Mejor en compañía, enrédate.

Las administraciones públicas se han de adaptar a un nuevo estilo de liderazgo. El enfoque ALIA define claramente a sus miembros como agentes mediadores y facilitadores de la colaboración social para la defensa de los Derechos de la Infancia. Se trata de un planteamiento de liderazgo distribuido que implica dejar de lado viejos protagonismos para trabajar en base a objetivos comunes y crear entornos de experimentación social, porque sólo desde la responsabilidad compartida y sin miedo al fracaso podremos innovar.

8. Cambio de chip.

El papel de los adultos es ahora el de facilitadores de un proceso de emprendizaje: como referentes, agentes que orientan, aportan confianza y reconocimiento, que refuerzan el papel activo que los niños han de asumir, facilitando herramientas y que promueven la adquisición de las diversas habilidades precisas desde el acompañamiento.

9. Medir para transformar.

No sirve con la recopilación de resultados y la valoración de la satisfacción de las participantes a la hora de evaluar los procesos desarrollados. Resulta fundamental incorporar una medición sostenible del impacto propuesto y así poder plantear la réplica y escalabilidad de aquello que funciona.

10. Difusión de derechos.

Integrar todas estas iniciativas en la red de Ciudades Amigas de la Infancia no sólo persigue la colaboración y visibilización de los agentes promotores de los Derechos de la Infancia, también posibilita generar el conocimiento abierto y compartido necesario para promover la transferencia de buenas prácticas.

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